La búsqueda de mirar más allá: El G1 de AMIC y el viraje hacia lo público y lo político

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Hace por lo menos un año que los participantes constantes del G1 de AMIC (grupo de investigación sobre nuevas tecnologías, internet y sociedad de la información) entramos en una especie de etapa auto-reflexiva, a partir de la pregunta por las preguntas que nos hemos hecho a través de estos años. La discusión de este año fue, quizás, una de las más ricas en muchos sentidos.

Este año —en el que, por cierto, hubo menos ponencias, pero de mayor calidad— fue posible identificar dos tendencias en el grupo: una en torno a las identidades, la performatividad y las interfaces[1], que da continuidad y profundiza lo que habíamos trabajado en los años previos; otra que constituye un viraje hacia las preguntas por lo público y lo político[2].

Quienes llevamos varios años en el grupo observamos diversos desplazamientos temáticos, teóricos y metodológicos. Temáticamente, vamos superando esta especie de mediacentrismo que durante varios años arrastramos. Dejamos de hablar de blogs, Second Life, Facebook o Twitter, para hablar de procesos comunicativos más amplios. Teóricamente, parece que todos los caminos llevan a la lingüística, la semiótica, la psicología, la filosofía política y la sociología de movimientos sociales, en la búsqueda de abordajes que den cuenta de la complejidad de estas prácticas de comunicación. Metodológicamente, nuestros abordajes cualitativos de siempre se han enriquecido con lo cuantitativo —sobre todo a partir del trabajo con big data— y lo mixto.

Tanto en las sesiones como en los pasillos, nos preguntamos más de una vez cuál es la especificidad de nuestro grupo, cuando en todos los grupos hay discusiones que implican mediaciones tecnológicas (en educación, audiencias, periodismo y más) y cuando —disculpen todos por ser tan necia con este punto— nuestras nuevas tecnologías se han hecho viejas. Quizás este momento de incertidumbres, que nos resulta tan desafiante y emocionante, es la señal de que nuestro grupo está madurando. Ya veremos qué depara el próximo año.

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[1] En esta línea pueden situarse las ponencias de Jorge Hidalgo Toledo (Hipermediatización: prácticas performativas y cambios estruc- turales en la construcción de las constelaciones e identidades hipermediales), Gabriel Pérez Salazar, Francesco Gervasi y Basilia Fernanda Cuevas (Expresión de identidades religiosas en línea: El caso de la Santa Muerte en Facebook), Jacob Bañuelos Capistrán (Documentalismo conversacional en Instagram: interface e interactividad multidimensional), Raquel Espinosa Castañeda (Generación de imágenes mentales a partir de la percepción virtual táctil en personas ciegas utilizando tecnologías de realidad virtual y sistemas hápticos), Magdalena López de Anda (Genealogía de los Mundos Virtuales: del relato al inventario) y Josela Romero López (El talante polisémico de la noción redes sociales).

[2] Esta línea se integra por las ponencias de María de la Luz Casas Pérez (Ciudades inteligentes y ambientes de comunicación digital), Amílcar Chavarría Cruz (Esfera pública, de lo tangible a lo digital. Twitter en las Elecciones Presidenciales México 2012), Guiomar Rovira Sancho (La política en las redes digitales: un espacio sin aura), Miguel Angel Rivera Herrera (¿Interacción política en el marco de la Sociedad de la Información?: Un análisis del uso de la red social Twitter por ciudadanos y candidatos presidenciales en la elección México 2012), Jacobo Nájera, Paola Ricaurte Quijano y Jesús Robles Maloof (Las sociedades de control: biopoder, tecnología y vigilancia de Estado), la mía (La red, la calle y los medios: Tres escenarios para el estudio de la expresión pública de los activistas) y la de Juan Manuel Ávalos González, que no alcanzó a llegar, pero que es un elemento constante en este grupo  (Disidencia juvenil y medios digitales. Aproximación a la experiencia del #YoSoy132 Tijuana).

Alguna vez el módem hizo ruido: La incorporación de internet en la vida cotidiana

De mi columna, que se llama igual que este blog, en Razón y Palabra.

Publicada  el 13 de noviembre de 2012.

 

El día que el hijo pequeño de una amiga visitó la oficina de su padre, se sorprendió mucho porque por más que presionaba los íconos en el monitor de la computadora de escritorio, las aplicaciones no se abrían como en el iPod. Hubo que explicarle al niño que esa pantalla no era táctil y no podía creerlo. Se ha vuelto lugar común llamar “nativos digitales” a estas generaciones, yo prefiero hablar de momentos de incorporación de la tecnología en la vida cotidiana. Cada uno de nosotros tiene su propia historia de cuándo y cómo usó una computadora, un celular, otro dispositivo móvil, por primera vez; o de cuándo y cómo se conectó a Internet, qué sitios visitaba y qué actividades realizaba.

La experiencia de un segmento importante de quienes empezamos a usar Internet en la segunda mitad de la década de los 90, incluye aquellas lentas conexiones telefónicas, cuyo sonido tan característico anunciaba que en unos minutos se entraría a Internet, mientras se dejaba sin servicio telefónico a la casa o la oficina desde donde se tenía acceso. Es también un lugar común decir que el servicio era mucho más lento y que la lógica de aquello que ahora es nombrado web 1.0 era distinta, estaba más centrada en la difusión de información que en la interacción, aunque ésta última también se producía, principalmente a través de chats.

Quizá por eso me hizo tanto sentido la reflexión sobre la red, que atraviesa una tira cómica de Bunsen —“Arturo Navarra, el abuelito del Internet”—, en la cual se hace memoria de esas conexiones telefónicas tan lentas, que se vinculaban con actitudes diferentes respecto a la visualización y descarga de materiales, así como de las formas de establecer relaciones a través de Internet. Sobra decir que, por mucha nostalgia que traiga el sonido del módem de los años 90, nadie en su sano juicio estaría dispuesto a renunciar a nuestras conexiones de ahora para regresar a las telefónicas. Sin embargo, recordar es compartir la experiencia en torno a la incorporación de Internet en la vida cotidiana en un momento concreto.

Esto no es una historia que pueda dividirse en dos etapas fijas —antes y después—,  es más bien una historia que se teje a partir de acontecimientos, usos, aplicaciones, lógicas y otros elementos, ubicados espacio-temporalmente. Como todas las historias, ésta se cuenta desde la experiencia de sujetos concretos. La relación que establecemos en, con y a través de Internet, tiene que ver con el momento y el modo en que lo incorporamos en nuestra vida cotidiana.

En el futuro habrá quienes hablen de las lentitudes de la banda ancha; otros, como el hijo de mi amiga, seguro compartirán historias sobre cuán sorprendentes resultaban aquellos monitores obsoletos que no eran táctiles. Nosotros —y este nosotros agrupa no sólo a personas de la misma edad, sino a quienes compartimos esa experiencia noventera de Internet— mantendremos en la memoria el ruido del módem.

Gigantes de acero y la relación humano-máquina

Cierto día en una fiesta, Mauricio Benjamín, toda una celebridad de la restauración, me contó de Gigantes de acero (Real steel). Su reseña no iba en torno a los robots y las peleas y no se dignó a mencionar cuan guapo se ve Hugh Jackman, lo que sí me contó es que había una relación muy especial entre los humanos y las máquinas.

En efecto, la película da mucho material para pensar esta relación. De entrada, hay dos posturas claramente identificables de los humanos frente a los robots: Una desde la cual le confieren(conferimos) a la tecnología cierta especie de perfección y la creen(creemos) invencible… claro que esta idea se va por la borda cuando trozos de robots vuelan por doquier. Desde otra postura, se le atribuyen cualidades humanas a la tecnología, como si la capacidad del robot para imitar movimientos lo hiciera un poco humano, como si pudiera pensar y sentir y como si las luces azules de sus ojos pudieran transmitir algún sentimiento.

Además, hay de fondo un discurso frente a la tecnología, en la pelea de Atom contra Zeuz, Atom es el débil, pero lo maneja un ex-boxeador; Zeuz es el fuerte, el gladiador, pero ha sido diseñado por el mejor programador y es manejado por un equipo de programadores. De algún modo, lo humano se impone a lo tecnológico (al más puro estilo de Rocky), a la vez que lo humano está conectado con lo tecnológico (saludos, Bruno Latour).

Al final de cuentas, la reflexión sobre la realidad no tan dual humano-máquina es bastante más densa de lo que esperaría uno en una película hollywoodense. ¿Qué importa que sea otra versión de Rocky?

¿O será que la desviación profesional hace que uno imagine cosas?

En eso de pensar la tecnología…

Soy muy feliz con las materias que me tocó impartir este semestre: Metodología de la Investigación en Comunicación en la Licenciatura en Comunicación Organizacional y Cultura, Medios y TIC en la Maestría en Investigaciones Sociales y Humanísticas. Para ésta última, le he sugerido a mi único alumno que, además de las lecturas y las discusiones académicas, revisemos materiales mediáticos que nos permitan reflexionar sobre las implicaciones sociales y culturales de la tecnología. Qué mejor inicio que éste, 2001: Odisea en el espacio.

Toda ella es interesante, pero la parte clave, para mi gusto, es ésta.

El poder de los bits: Mark Zuckerberg, Julian Assange y Steve Jobs, personas del año 2010

De mi columna en Razón y Palabra.

 

Todo parecía indicar que Julian Assange, el fundador de WikiLeaks, sería la “persona del año” (u hombre del año, como dicen muchos), según la revista Time: la votación de los lectores lo dejó en primer lugar[1], su visibilidad mediática en las semanas más recientes había sido muy grande, incluso Time lo comparó con Daniel Ellsberg, quien filtró documentos del Pentágono en tiempos de la guerra de Vietnam. La gran sorpresa llegó cuando la revista optó por una salida políticamente correcta: “por conectar a más de medio billón de personas y mapear las relaciones sociales entre ellas, por crear un nuevo sistema de intercambio de información y por cambiar cómo vivimos nuestras vidas, Mark Elliot Zuckerberg es la persona del año Time 2010”[2]. La publicación señaló que “Zuckerberg es parte de la última generación de seres humanos que recordarán la vida antes de Internet”[3] —recordemos que nació en 1984— y, como creador de Facebook, se le atribuye una revolución en las prácticas de comunicación digital. Pero Time no dejó de mencionar a Julian Assange, como finalista: “en 2010, Wikileaks llegó a ser una fuerza revolucionaria”[4], por haber convertido los secretos en un asunto del dominio público. Incluso hace una comparación entre ellos, a partir de la afirmación de que ninguno de los dos venera la autoridad tradicional: “Zuckerberg y Assange son dos lados de la misma moneda. Ambos expresan un deseo por la apertura y la transparencia”[5].

Le Monde sí se atrevió y nombró “persona del año” a Julian Assange, quien consideran es poseedor de una personalidad controversial, que tiene muchos detractores. Sobre todo, la mención de los editores fue por contribuir al debate sobre la transparencia de una manera radical, según señaló Sylvie Kauffman, la jefa de redacción[6]. En esta elección coincidieron tanto los lectores como los editores del periódico. Como dato adicional, recordemos que Le Monde, junto con The New York Times, The Guardian, El País y Der Spiegel, publicó las filtraciones de WikiLeaks a partir de finales de noviembre de 2010.

Financial Times también hizo su elección de “persona del año”, pero sorpresivamente optó por Steve Jobs, por sus contribuciones al mundo de los negocios, a partir del lanzamiento del iPad en 2010, que compitió en impacto con el iPod y el iPhone, presentados en 2001 y 2007 respectivamente. A esto se suma la lucha contra el cáncer, que enfrentó el CEO de Apple[7].

Ser “persona del año” implica ser alguien con el suficiente poder para haber influido en el mundo durante el año. Esta tradición fue iniciada por la revista Time hace varias décadas y ha sido copiada por otros medios, como los anteriormente mencionados. Llama la atención —al menos a mí— que las “personas del año” elegidas por Time, Le Monde y Financial Times —medios estadounidense, francés y británico, respectivamente— no sean esta vez líderes políticos, sino agentes vinculados al desarrollo, uso y apropiación de las TIC: Mark Zuckerberg como creador de Facebook, que ha significado importantes transformaciones en las prácticas de comunicación digital, pero que ha tenido también un fuerte impacto en términos de negocios; Julian Assange, como fundador de WikiLeaks, que ha puesto en jaque, principal, aunque no exclusivamente, a la diplomacia estadounidense, al revelar información secreta, bajo la consigna de la transparencia radical —“information wants to be free”— y Steve Jobs, como CEO de Apple, cuyas innovaciones en hardware y software han sido punta de lanza para la industria de las TIC. Bien señaló Manuel Castells en su libro más reciente, que “el poder en la sociedad red es el poder de la comunicación”[8].

Los tres, Zuckerberg, Assange y Jobs tienen su lado B. El primero ha enfrentado cuestionamientos por el manejo de la privacidad en Facebook; el segundo es cuestionado por la condición de paralegalidad en la actividad cotidiana de WikiLeaks; el tercero también, por los usos y costumbres tan cerrados de Apple, a diferencia de los esfuerzos por la apertura y el software libre. Obviamente, las innovaciones/transformaciones/contribuciones por las cuales se les nombró “personas del año” no es algo que hayan hecho solos: Facebook, WikiLeaks y Apple son mucho más que Zuckerberg, Assange y Jobs, aunque, ciertamente, son ellos las figuras más visibles y ostentan el poder en esas organizaciones.

El más joven es Zuckerberg, con 26 años, frente a 39 de Assange y 55 de Jobs. En cuanto a educación, Zuckerberg estudió en Harvard, Assange en la Universidad de Melbourne y Jobs en Stanford; ninguno destaca por haber concluido sus estudios universitarios, pero los tres destacan por esfuerzos autodidactas y por cierta genialidad.

Las trayectorias biográficas de los tres son francamente interesantes. La historia de Facebook —y con ella, parte de la vida de Zuckerberg— ya sirvió de inspiración para el libro de Ben Mezrich, The accidental billionaires: The founding of Facebook, a tale of sex, Money, genius, and betrayal; el cual fue adaptado para la película The social network[9]. A Julian Assange le ofrecieron más de un millón de libras a cambio de su autobiografía, lo cual aceptó, según dijo, para cubrir sus gastos legales y sostener a WikiLeaks[10]; muy probablemente se convertirá también en una película. Sobre Steve Jobs se han publicado un par de biografías no autorizadas —iCon: Steve Jobs, the greatest second act in the history of bussiness de Jeffrey S. Young y William L. Simon, así como The second coming of Steve Jobs de Alan Deutschman— y se ha anunciado una autorizada, trabajada por Walter Isaacson[11]. Además, existe la película Pirates of Sillicon Valley, dirigida por Martyn Burke hace más de 10 años, en la cual se aborda la historia de Apple y Microsoft[12].

De cualquier modo, Zuckerberg, Assange y Jobs se han situado en posiciones de poder, a partir de sus motivaciones, habilidades y recursos; de distintos modos, han transformado el mundo y el modo en que comprendemos lo social, la red, el poder. En este sentido, si las “personas del año” se ubican en la tecnología y no en la política formal, he ahí una señal de que la geografía política del mundo se está reconfigurando.


[1] El Mundo (2010, diciembre 13). Julian Assange, personaje del año para los lectores de Time. Disponible en: http://www.elmundo.es/elmundo/2010/12/13/comunicacion/1292272367.html

[2] Time (2010, diciembre 15). Person of the year 2010. Mark Zuckerberg. Disponible en: http://www.time.com/time/specials/packages/0,28757,2036683,00.html

[3] Grossman, L. (2010, diciembre 15). Person of the year 2010. Mark Zuckerberg. Time. Disponible en: http://www.time.com/time/specials/packages/article/0,28804,2036683_2037183_2037185-1,00.html

[4] Gellman, B. (2010, diciembre 15). Runners-up. Julian Assange. Time. Disponible en: http://www.time.com/time/specials/packages/article/0,28804,2036683_2037118_2037146-1,00.html

[5] Stengel, R. (2010, diciembre 15). Only connect. Time. Disponible en: http://www.time.com/time/specials/packages/article/0,28804,2036683_2037181,00.html/r:t

[6] Le Monde (2010, diciembre 24). Julian Assange, homme de l’année pour “Le Monde”. Disponible en: http://www.lemonde.fr/documents-wikileaks/article/2010/12/24/julian-assange-homme-de-l-annee-pour-le-monde_1456426_1446239.html

[7] Waters, R. & Menn, J. (2010, diciembre 22). Silicon Valley visionary who put Apple on top. Financial Times. Disponible en: http://www.ft.com/cms/s/0/f01db172-0e06-11e0-86e9-00144feabdc0.html#axzz19YYmmhYL

[8] Castells, M. (2009). Comunicación y poder. Madrid: Alianza Editorial.

[9] The Internet Movie Database (2010). The social network. Disponible en: http://www.imdb.com/title/tt1285016/

[10] Oppenheimer, W. (2010, diciembre 27). Assange vende sus memorias para poder financiar su defensa. El País. Disponible en: http://www.elpais.com/articulo/internacional/Assange/vende/memorias/poder/financiar/defensa/elpepiint/20101227elpepiint_5/Tes

[11] Stone, B. (2010, febrero 25). Jobs is said to assist with book of his life. The New York Times. Disponible en: http://www.nytimes.com/2010/02/16/technology/companies/16apple.html

[12] The Internet Movie Database (2010). Pirates of Sillicon Valley. Disponible en: http://www.imdb.com/title/tt0168122/

 

Now our lives are changing fast: Arcade Fire y el video de los nuevos tiempos

De mi columna, que se llama igual que este blog, en Razón y Palabra.

“El nuevo video de Arcade Fire rebasa las fronteras de lo que conocemos como videoclip”, decía la revista Magis en Twitter. De inmediato fui a verlo y me llevé una grata sorpresa. Éste se titula “The wilderness downtown” y fue dirigido por Chris Milk, a partir de la canción “We used to wait” de Arcade Fire, como parte de un experimento con Google[1].

El video muestra un hombre corriendo por las calles de alguna ciudad que el propio usuario elige, las imágenes son recuperadas de Google Street View y cada uno puede ver al mismo fulanito, saltando charcos, en Boston, Londres, Barcelona o (casi) cualquier lugar que haya sido seleccionado. “Casi”, porque no todas las ciudades son elegibles. Algunos señalan que sólo están disponibles algunas de Estados Unidos, o bien, de países europeos[2].

Lo que la producción hace visible es la convergencia de tecnología y lenguajes, al mezclar música, HTML5 video, imágenes de Google Maps, multiplicidad de pantallas, así como un planteamiento simple pero que puede ocurrir en cualquier ciudad. Carlos Scolari[3] habla de transmedialidad para definir a eso que atraviesa y combina lenguajes y medios. Estas nuevas formas de comunicación se caracterizan por rasgos como la hipertextualidad, reticularidad, cierta interactividad, multimedialidad; y dejan ver cruces entre el lenguaje cinematográfico y el lenguaje interactivo digital. Todo ello es visible en “The wilderness downtown”, cuya lógica parece más cercana a los videojuegos, que al común de los videoclips.

Sobre todo, se trata de algo que aún llamamos videoclip, pero que ya no está diseñado para televisión, sino para Internet. No en vano, en el blog oficial de Google, se plantea esto como una experiencia musical diseñada para web, como parte de Chrome Experiment[4]. En ello es evidente la ruptura con la lógica de los medios masivos; entendiendo, con McLuhan[5], que lo masivo no tiene que ver tanto con el tamaño de la audiencia, sino con la simultaneidad. Y esto último es lo primero que se rompe en el experimento, al dar la posibilidad de elegir dónde quiere situarse el hombrecillo que corre en las calles.

Hay otra convergencia, más allá de los lenguajes y se da en el cruce entre lo tecnológico y lo comercial (bien decía Castells[6] que “la innovación tecnológica no es un acontecimiento aislado”), Google vuelve a innovar: la noticia es que Arcade Fire tiene un nuevo video, que éste resulta significativamente distinto y que lo hizo con Google. Algunos medios, incluso, han señalado que el video sólo puede ser visto con Chrome[7], aunque funciona con otros navegadores que soporten HTML5, tales como Firefox, Opera, Safari y hasta en Internet Explorer, que ha anunciado que en su versión 9 tendrá nuevas funcionalidades. El blog oficial de Google se limita a plantear que el experimento fue creado pensando en Chrome y con versiones de navegadores que no lo soportan, presenta el mensaje: “This site was designed with Google Chrome in mind and is unable to render properly in your browser. For the best viewing experience, we recommend downloading Google Chrome and trying this site again”. Linda manera de crear una necesidad.

En suma, no se trata de una obra de arte, pero sin duda es un video que deja ver una serie de transformaciones. Las narrativas transmediáticas de las que habla Carlos Scolari, seguramente nos seguirán sorprendiendo. “Now our lives are changing fast”, dice la canción… y tiene razón.


[1] Chrome Experiments (2010). The wilderness dowtown. Disponible en: http://www.chromeexperiments.com/arcadefire/

[2] Tomasena, José Miguel (2010, agosto 31). La nueva frontera en los videos musicales. En Blog de la Redacción. Magis. Disponible en: http://www.magis.iteso.mx/redaccion/la-nueva-frontera-de-los-videos-musicales

[3] Scolari, Carlos (2008). Hipermediaciones. Elementos para una teoría de la comunicación digital interactiva. Barcelona: Gedisa.

[4] The Official Google Blog (2010, 30 de agosto). Arcade Fire meets HTML5. Disponible en: http://googleblog.blogspot.com/2010/08/arcade-fire-meets-html5.html

[5] McLuhan, Marshall (2009). Comprender los medios de comunicación. Las extensiones del ser humano. Barcelona: Paidós.

[6] Castells, M. (2001). La era de la información: economía, sociedad y cultura. Volumen I: La sociedad red. México: Siglo Veintiuno Editores.

[7] Ideal (2010, 31 de agosto). Google y Arcade Fire crean “The wilderness downtown”. Disponible en: http://www.ideal.es/granada/ocio/google-arcade-fire-crean-wilderness-downtown-201008311434.html

Cultura digital y vida cotidiana en Iberoamérica, nuevo número de Razón y Palabra

Ya está listo el número 73 de Razón y Palabra, el cual se ha dedicado a abordar desde distintas perspectivas la cultura visual y la vida cotidiana. Esta edición fue coordinada por Edgar Gómez Cruz y Tíscar Lara y en ella hemos colaborado

Juan Freire, Daniel Villar Onrubia, Fernando Garrido Ferradanes, Cristóbal Cobo Romaní, Rubén Díaz, Felipe G. Gil, Pedro Jiménez, Javier Gómez Murcia, Paloma G. Díaz, Héctor Fouce, Antonio Fumero, Daniel Martí, Roberto Balaguer Prestes, David Casacuberta, Antoni Gutiérrez-Rubí, Sergio M. Mahugo, Carolina Emilia Di Próspero y yo, Dorismilda Flores Márquez.

The wireless age: las novedades un poquito viejas

De mi columna, que se llama igual que este blog, en Razón y Palabra.

 

Hablar de wireless suele asociarse a una relativa novedad, concretamente, a la posibilidad de conectarse a Internet sin necesidad de cables. The wireless age, curiosamente, fue una novedad hace casi 100 años; ése era el título de la revista interna de Marconi Company, que circuló de 1911 a 1926, los primeros dos años, bajo el título Marconigraph[1] y, a partir de 1913, como Wireless age[2].

Por extraño que parezca, a principios del siglo XX ya tenía sentido hablar de lo inalámbrico (wireless), a partir de los avances en radiotelegrafía o telegrafía inalámbrica, lo cual valió el Premio Nobel de Física en 1909, al ingeniero italiano Guglielmo Marconi y al físico alemán Carl Ferdinand Braun[3]. Estas innovaciones provocaron grandes transformaciones en la comunicación de aquellos tiempos y sentaron las bases para otros inventos que se producirían después.

Es importante señalar que la telegrafía, como todos los adelantos, estuvo ligada a otros desarrollos: la electricidad y el ferrocarril. La primera no requiere mayor explicación. El segundo, como observan Briggs y Burke, suele ubicarse en la historia del transporte, no en la de los medios; sin embargo, los primeros tendidos de líneas telegráficas se instalaban justamente junto a las líneas ferroviarias. Sobra decir que en aquel tiempo, el sistema de medios estaba profundamente ligado al sistema de transporte, puesto que la comunicación de los mensajes era parte de las vías físicas de comunicación: “los flujos de información siguieron tradicionalmente los flujos del comercio, pues los mercaderes llevaban las noticias junto con las mercancías por mar y por tierra”[4].

El desarrollo de los medios de comunicación estuvo profundamente relacionado también con el poder, los gobiernos mostraron gran interés en la expansión de las comunicaciones, éstas, según ha señalado el politólogo norteamericano Kart Deutsch, “son los nervios del gobierno, particularmente importantes en los Estados grandes y sobre todo en los imperios muy extendidos”[5]. En el contexto militar, la telegrafía fue fundamental. Esta historia parece repetirse, décadas después, con los avances en tecnología computacional y comunicación a través de redes.

En términos tecnológicos, la heredera más o menos directa de la telegrafía fue la radio, que se constituye como un punto fundamental en la historia de los medios de comunicación. Precisamente la radio y la telefonía adquirieron también el status de “inalámbricos” en su momento, junto con algunos otros instrumentos como los micrófonos, los timbres de las casas, los amplificadores empleados en música y más. De algún modo, la tecnología inalámbrica se ha incorporado profundamente en nuestra vida cotidiana.

Curiosamente, en nuestros tiempos, cuando el telégrafo ha sido desplazado por otras formas de comunicación, las computadoras portátiles y el acceso inalámbrico a Internet ostentan la ausencia de cables como signo de modernidad —lo que sea que esto último signifique—. Sin embargo, la historia de la tecnología y de los medios, ha sido una historia de innovaciones constantes, en la cual es tan recurrente como ambiguo, colocar los calificativos de “nuevo” y “moderno”. Wireless es uno de esos términos que fueron nuevos hace casi un siglo y siguen sonando a nuevos —o se siguen explotando como tales— ahora.

Mirando hacia atrás y luego hacia el presente, es evidente que sin el telégrafo no podríamos comprender la emergencia y el desarrollo de la radio y la televisión. Sin la Wireless age de 1913 no podríamos comprender nuestra wireless age de principios del siglo XXI.

 


 

[1] Briggs, A. y P. Burke (2002). De Gutenberg a Internet. Una historia social de los medios de comunicación. Madrid: Santillana.

[2] The Marconigraph / The Wireless Age (2006). InfoAge. A science/history learning center and museum. Disponible en: http://www.infoage.org/html/wireless-age-on-file.html

[3] All Nobel Prizes in Physics (2010). Nobelprize.org, the official website of the Nobel Prize. Disponible en: http://nobelprize.org/nobel_prizes/physics/laureates/

[4] Briggs, A. y P. Burke. Op. cit.

[5] Briggs, A. y P. Burke. Op. cit.

Cruce de pantallas: la convergencia mediática en el cine

De mi columna (que se llama igual que este blog) en Razón y Palabra.

“El espectador de cine es un invento del siglo XX”, señala Néstor García Canclini[1] y explica que con la construcción de salas, a partir de 1905, se formaron hábitos de percepción, asistencia, ritualidad colectiva —que implica sumergirse en salas oscuras, elegir la distancia de la pantalla, intercambiar impresiones y más—. Contra todos los pronósticos que anunciaban la muerte de las salas de cine, vemos que aún existen, en estos años del siglo XXI y que, entretanto, se transforman en muchos sentidos.

Quizá la transformación más evidente consiste en que encontramos salas cada vez más cómodas y pantallas de mejor calidad, que permiten ser partícipes de experiencias audiovisuales complejas. Las pantallas “normales” (lo que sea que eso signifique) coexisten con pantallas IMAX y 3D; las salas con butacas amplias y confortables comparten sus labores con salas VIP.

Pero una transformación importante opera en el terreno de los contenidos y no me refiero aquí a las narrativas cinematográficas en sí mismas, sino a la irrupción de espectáculos y deportes en espacios tradicionalmente exclusivos para la proyección de películas —no en vano decimos “vamos al cine”—. Desde principios de 2008, Cinépolis y Warner Music México se unieron para exhibir conciertos masivos grabados en digital[2]. El 23 de marzo de 2010 se presentó el concierto “Thalía en primera fila”, en 14 salas de cine de distintas ciudades; la particularidad de la función es que incluyó una videoconferencia desde Miami, en la cual la cantante mexicana interactuó con sus fans.

Lo inmediato se ha hecho presente a través de los deportes en vivo… y en el cine —¿acaso tendría sentido ver un partido meses después, cuando ya es de sobra conocido el resultado?—. El 25 de octubre de 2009 fue el turno del partido Chivas-América, la transmisión fue vía satélite, con la tecnología de alta definición de Televisa y pudo apreciarse en las salas 3D también de Cinépolis[3]. Ese mismo mes, la cadena mexicana de cines firmó un convenio para exhibir distintas peleas estelares de la World Wrestling Entertainment (WWE), lo que representa la llegada del “pago por evento” a las salas de cine; los boletos para estas funciones son más caros —aunque no tanto como el “pago por evento” en los sistemas de televisión satelital y por cable—, pero a cambio ofrecen imágenes de gran calidad técnica[4].

Se aprecia así un fenómeno de convergencia; en el caso concreto de las salas de cine, hay una irrupción de contenidos que no han sido generados específicamente para cine; de otro lado, hay un desplazamiento de la asistencia a espectáculos y deportes, hacia la televidencia —para usar el término de Guillermo Orozco— y ahora hacia la cinevidencia de los mismos. Estar en un estadio disfrutando de un partido de fútbol implica la experiencia de lo colectivo; ver el partido en televisión, desde casa, significó llevar algo público a un ámbito privado; llevar el mismo partido a una pantalla de cine, es quizá también recuperar la experiencia colectiva, pero combinada con la mediación tecnológica.

Más allá de la experiencia, lo técnico es también importante: es evidente que nadie, en casa, puede ver un clásico en 3D en una pantalla de grandes dimensiones; tampoco hay posibilidades reales de conectarse en videoconferencia e interactuar con su cantante favorito al terminar el concierto. Habrá que releer a McLuhan, habrá que regresar a los planteamientos de su discípulo Derrick de Kerchove sobre las pantallas y a lo que ha señalado Hans Ulrich Gumbrecht sobre la producción de presencia. Y, por supuesto, habrá que retornar a Guillermo Orozco para repensar las audiencias en estos entornos cada vez más diversificados.

Obviamente, pensar una intersección de medios y contenidos como la anteriormente expuesta, implica mirar también lo estructural, cómo es que convergen Cinépolis, Warner, Televisa, la WWE y las que se acumulen.

Por lo demás, mucho se ha dicho ya que los medios no se desplazan unos a otros, sino que se integran en un ecosistema mediático bastante complejo. El cine no murió cuando nació la televisión, tampoco cuando nació el video y menos cuando emergió la internet. No murió el cine y es evidente que tampoco han muerto —ni morirán— las salas de cine.


[1] García Canclini, Néstor (1994b). “Del cine al espacio audiovisual”. En García Canclini, Néstor (coordinador). Los nuevos espectadores. Cine, televisión y video en México. México: CONACULTA – IMCINE. Pp. 22-37.

 

[2] El Universal (2008, enero 15). Llevarán conciertos masivos al cine. Disponible en: http://www.eluniversal.com.mx/notas/474415.html

[3] Cine Premiere (2009, octubre 21). América contra Chivas… ¡en pantalla de cine y en 3D! Disponible en: http://www.cinepremiere.com.mx/node/7462

[4] CNNExpansión (2009, octubre 12). Cinépolis se sube al ring de l WWE. Disponible en: http://www.cnnexpansion.com/negocios/2009/10/09/la-wwe-llega-al-cine