Blog action day 2010: Water, water, water

Se atrofió la llave del fregadero en la cocina de mi casa, así que lavar los trastos se ha convertido temporalmente en un procedimiento muy retro. Por otro lado, esta mañana se acabó el agua que llevé al trabajo, fui muy mona a llenar la botella nuevamente del garrafón que hay ahí… ¡sorpresa!, el agua sabía terrible, como a óxido. Estos encuentros cotidianos con problemáticas relacionadas con el agua, cobran especial sentido hoy que es el Blog Action Day 2010 y que éste se ha dedicado precisamente al agua. Razones sobran para colocar el agua en la agenda de discusión. Todos sabemos que en estos tiempos experimentamos problemas graves de abasto y calidad del agua, en algunos casos más que en otros, al grado que la ONU declaró que debe ser un derecho humano, frente a una triste realidad: casi 900 millones de personas en todo el mundo no tienen acceso al agua potable.

Hace un año, en el Blog Action Day, contaba cuánto me sorprendió la concepción que sobre la naturaleza encontré en cierta comunidad, donde asumen que «el mundo no es nuestro», y creo que el agua tampoco. En la medida que la entendamos como un recurso no renovable, que además no nos pertenece y que no tiene precio, la cuidaremos más. Miles de acciones en lo cotidiano pueden contribuir a una historia distinta de nuestra relación con el agua.

Corte informativo de salida. Al menos hay una buena noticia hoy: Recibe científica mexicana Blanca Jiménez el prestigiado Global Water Award 2010.

Americanos

Cuenta la historia oficial que Vasco Núñez de Balboa fue el primer hombre que vio, desde una cumbre de Panamá, los dos océanos. Los que allí vivían, ¿eran ciegos?

¿Quiénes pusieron sus primeros nombres al maíz y a la papa y al tomate y al chocolate y a las montañas y a los ríos de América? ¿Hernán Cortés, Francisco Pizarro? Los que allí vivían, ¿eran mudos?

Lo escucharon los peregrinos del Mayflower: Dios decía que América era la Tierra Prometida. Los que allí vivían, ¿eran sordos?

Después, los nietos de aquellos peregrinos del norte se apoderaron del nombre y de todo lo demás. Ahora, americanos son ellos. Los que vivimos en las otras Américas, ¿qué somos?

Eduardo Galeano, Espejos.

 

Tecnofilias y tecnofobias, a la salud de Naief Yehya

De mi columna Coordenadas Móviles, en Razón y Palabra.

 

Zygmunt Bauman plantea en En busca de la política[1] la metáfora del perchero, a partir del caso del pedófilo británico Sydney Cooke, al que además de sus delitos, se le atribuyó prácticamente la culpa de todos los males. Guardando toda proporción, considero que la tecnología es también un perchero donde se cuelgan todo tipo de percepciones e imaginarios, se le atribuye a veces, como a Cooke, la culpa de todos los males; pero también la posibilidad de transformar el mundo.

En días pasados, Naief Yehya estuvo en Aguascalientes, para impartir una conferencia e impartir un taller. Este último se tituló “Tecnocultura: estímulos, promesas y desilusiones en la era digital”. El autor, que es ingeniero de profesión, pero narrador y crítico cultural por adopción, hablaba de cyborgs, de nuestra relación con lo tecnológico, de Blade Runner y Terminator, de la pornografía y la mediatización de la sexualidad, de la tecnocultura y los nuevos lenguajes, de los usos de la tecnología y más. Pero un taller es construido también por los participantes y éstos, con demasiada frecuencia, se iban —o quizá deba decir “nos íbamos”— a niveles mucho más simples de la discusión, que por momentos se radicalizó entre tecnofóbicos y tecnofílicos.

Entre las ideas que circularon, escuché que todo el conocimiento posible existe ya y está plasmado en los libros antiguos, así que el error de las nuevas generaciones es no leer y quedarse sólo con las computadoras, que robotizan y alienan a las personas; y que los jóvenes no son creativos, porque viven en Internet y ahí todo “se les da digerido”. Lo primero lo señaló una profesora de más de 60 años, pero lo segundo lo planteó un promotor cultural de alrededor de 20. Otros participantes hablaron también con preocupación sobre el impacto de la tecnología en las personas, sobre todo en los jóvenes y los niños. Y hubo quien tomó la contraparte y defendió que el acceso a Internet democratizará diversas dimensiones de la vida social y permitirá a los oprimidos acceder a todo el conocimiento.

Nadie puede ser totalmente objetivo en una discusión y obviar sus posiciones frente a aquello que se discute. En este caso, las posturas acerca de la tecnología eran radicalmente opuestas, a partir de los entornos profesionales y personales de los participantes, así como de sus intereses y experiencias con las TIC, que oscilaban entre el desconocimiento y la fascinación, entre las tecnofobias y las tecnofilias. Es evidente que en ciertos sentidos sigue viva la separación entre apocalípticos e integrados que planteó Umberto Eco[2] hace décadas, para hablar de las posturas de perplejidad y optimismo, frente a las innovaciones de los medios de comunicación; pero que se traslada siempre a cuanto avance tecnológico haya. A las TIC se les atribuye tanto la esperanza del progreso y de la inteligencia colectiva, como la enajenación de los sujetos —lo que Rüdiger[3] señala como visiones prometéicas y fáusticas— y encontrar el equilibrio a veces resulta complicado. He de decir al final sí se logró que todos pusieran en duda las propias percepciones, para abrirse a la discusión.

Entretanto, habrá que regresar a una de las interrogantes que planteó Yehya: ¿cómo explicamos nuestra relación con lo tecnológico? Quizá problematizar esto permita dejar de convertir a la tecnología en el perchero donde se cuelgan las culpas y las maravillas.


[1] Bauman, Zygmunt (2006). En busca de la política. México: Fondo de Cultura Económica.

[2] Eco, U. (1975). Apocalípticos e integrados ante la cultura de masas. Barcelona: Lumen.

[3] Rüdiger, F. (2004). Introdução às teorias da cibercultura. Porto Alegre: Editora Sulina.