Distintas miradas en el estudio de los movimientos sociales: Notas sobre el seminario Movimientos en Red, Identidades Políticas y Poder Ciudadano

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En junio pasado, asistí al Seminario Internacional Movimientos en Red, Identidades Políticas y Poder Ciudadano, en el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades de la UNAM. Lo más interesante fue escuchar una diversidad de perspectivas para el estudio de los movimientos sociales. He aquí unas pocas notas que he rescatado de ese día.

Posturas encontradas

¿Cuál es el criterio para afirmar que un movimiento social ha tenido éxito? Con frecuencia, se les reclama a los movimientos que no han transformado el orden social cuando no han tomado el poder. Ésa fue la postura de Raúl Benítez. La postura contraria fue de Jesús Robles Maloof, quien afirmó que el parámetro no es ganar una guerra, sino colocar temas en la agenda y hacer de la red un espacio de resistencia.

La centralidad de los medios

Raúl Trejo Delarbre colocó el asunto de los medios. Si bien internet es un espacio privilegiado, los movimientos alcanzan mayor visibilidad cuando saltan a los medios. De algún modo, coincidió Leonardo Curzio, quien señaló que la televisión concentra la información y recordó que el ciberactivismo no es lo mismo en regímenes democráticos y en regímenes autoritarios: «de todas las desigualdades que hay en México, el acceso a la información es una de las peores».

Las emociones, el humor y la violencia

Amaranta Cornejo Hernández y Andrés Monroy presentaron otro tipo de acercamientos a los movimientos sociales: ella, mediante el acercamiento cualitativo a las emociones y al género en #YoSoy132; él, mediante la reflexión sobre los memes políticos y el trabajo con big data en los tuits sobre la inseguridad pública en México.

Mujeres desde, en y frente a los medios

El mes pasado participé en el Seminario de Igualdad de Género y No Discriminación, organizado por la Junta Local de Aguascalientes, del Instituto Federal Electoral. En esa oportunidad, compartí con los participantes algunas reflexiones sobre el papel de las mujeres en los medios de comunicación y prometí hacer un post para ellos con ligas a algunos de los casos sobre los que hablamos. Tarde, cumplo con lo prometido. He aquí las ligas.

El blog de Periodistas de a pie, coordinado por Marcela Turati y otras periodistas. El blog del libro Entre las cenizas, editado por Marcela Turati y Daniela Rea. También el blog del libro Fuego cruzado, de la autoría de Turati.

El blog de la periodista española radicada en México, Judith Torrea, Ciudad Juárez, en la sombra del narcotráfico.

El blog de Eileen Truax, periodista mexicana radicada en Estados Unidos, y el de Dreamers, su libro acerca de los migrantes y el sueño americano.

Y el Blog del Narco, operado también por una mujer cuyo seudónimo es Lucy.

 

¿Quién espía a los espías? Algunas notas sobre el caso de Snowden

De mi columna Coordenadas Móviles en Razón y Palabra.

 

Mirar hacia atrás suele hacer que algunas cosas cobren sentido. Hoy, cuando el caso de Edward Snowden se ha colocado en el centro de una telaraña diplomática entre varios países, no puedo evitar pensar en 2010. En ese año, la revista estadounidense Time nombró “persona del año” a Mark Zuckerberg, el periódico francés Le Monde hizo lo propio con Julian Assange y el periódico británico Financial Times con Steve Jobs. Las diferencias eran notables, tanto entre las tres personalidades como en los argumentos para otorgarles esas distinciones, pero el elemento clave era la evidencia de un desplazamiento de la visibilidad, en tanto figuras de poder, de la política formal hacia las élites tecnológicas. Los años han pasado y ahora el centro de atención política y mediática es la “presencia ausente” de Edward Snowden.

“No quiero vivir en un mundo en el que no hay privacidad y, por lo tanto, no hay espacio para la exploración intelectual y la creatividad”, declaró Snowden desde Hong Kong, en entrevista para The Guardian. En ese diálogo anunció también que no mantendría el anonimato. Días antes, había filtrado información sobre Prism, un programa de espionaje electrónico operado en Estados Unidos. El joven tuvo acceso a esa información como empleado primero de la CIA y después, de manera indirecta, de la NSA. Tales acciones derivaron en una reacción de Estados Unidos: una demanda penal, la revocación del pasaporte de Snowden, así como la presión hacia otros países para que le nieguen el asilo. Para el gobierno de Estados Unidos, se trata de un traidor, aunque otros han cuestionado la idea de traición. ¿Traición a quién? ¿A un régimen que espía? Hay incluso quienes sitúan el caso, como parte de la tradición norteamericana de denuncia cívica.

La incertidumbre se hace mayor al considerar el papel de los otros países en esto. De entrada, está la indignación de los países espiados por Estados Unidos. Cobra relevancia también la red de relaciones diplomáticas de Estados Unidos con los países por los que ha pasado ya Snowden —China y Rusia— y aquellos a donde podría ir, luego de solicitar asilo. Al cierre de esta columna, el caos había alcanzado al presidente de Bolivia, Evo Morales, cuyo vuelo de Rusia a Ecuador tuvo que ser alterado, luego de que Francia y Portugal le negaran el uso del espacio aéreo por temor a que el avión boliviano llevara escondido a Snowden. Aunque el avión de Morales pudo aterrizar en Austria y, horas después, pudo continuar el viaje a Bolivia, hubo gran indignación entre algunos presidentes sudamericanos. Esto se traduce, para los demás países, en una suerte de obligación de tomar partido: ¿con quiénes está la solidaridad?, ¿a quiénes se les envía una nota diplomática que exprese acuerdos o desacuerdos?

Los analistas de política internacional tendrán mucho que decir al respecto, ya que estos casos de filtración de información —como el que ya habíamos conocido con Julian Assange y WikiLeaks y ahora con el caso de Snowden— derivan en un reacomodo de fuerzas políticas en el mundo. Sin embargo, como he señalado líneas arriba, el hecho de que el tránsito y la solicitud de asilo se hayan convertido en grandes problemas en el terreno diplomático, hace que se pierdan de vista otros asuntos centrales: el espionaje, la libertad de expresión, la libertad en internet y la transparencia. Sospecho que nunca conoceremos los alcances de unos programas de “vigilancia” de tal precisión.

Si el poder está vinculado a la información, ¿quién define la diferencia entre Obama y los otros, como Snowden, Manning y Assange? ¿Quién decide el destino de nuestros datos? Como decía el conocido cómic:“¿quién vigila a los vigilantes?”. O tal vez deberíamos preguntarnos: ¿quién espía a los espías? A propósito, los términos son importantes: mientras algunas notas periodísticas hacen referencia a programas de “vigilancia”, otras emplean el término “espionaje”. No es un dato menor.

Panel «Poder, estrategias de comunicación y espacio público»

El pasado 25 de febrero, tuve la oportunidad de participar en el Seminario de Investigación y Comunicación, coordinado por la doctora Rebeca Padilla. Este seminario se realiza en el marco del 30 aniversario de las carreras de Comunicación, en la Universidad Autónoma de Aguascalientes. En esta ocasión, el tema fue «Poder, estrategias de comunicación y espacio público» y participamos el doctor Juan Bobadilla, el doctor Salvador de León y quien esto escribe, Dorismilda Flores. Para mí fue un doble honor: de entrada, es una maravilla celebrar el aniversario de nuestras carreras, como egresada de Comunicación Medios Masivos y como profesora en el Departamento de Comunicación; y compartir la mesa con quienes fueron dos de mis profesores más queridos en licenciatura fue una grata experiencia.

Libertad vulnerada: Usuarios de redes sociales, gobiernos y crimen organizado en México

De mi columna Coordenadas Móviles en Razón y Palabra.

 

El gran sueño en torno a Internet ha sido, durante muchos años, la contribución al desarrollo de la democracia, principalmente por medio de la posibilidad de comunicarse libremente. Sin embargo, durante años hemos conocido una serie de casos de ataques a la libertad de expresión, en distintos lugares del mundo, donde no conviene a los regímenes totalitarios que los ciudadanos ejerzan su derecho a la comunicación.

En México, el escenario en torno a la libertad de expresión se ha enturbiado considerablemente: a de los cada vez más frecuentes asesinatos de periodistas, se suman los ataques contra civiles, usuarios activos de Internet, de los cuales hemos conocido algunos en el mes más reciente. La particularidad ahora es que tales ataques provienen de dos lados: el crimen organizado y el gobierno.

Una de las noticias del 15 de septiembre fue escalofriante: Se encontraron los cuerpos descuartizados de un hombre y una mujer en Nuevo Laredo, presuntamente victimados por Zetas, en represalia por difundir noticias sobre la situación de violencia del norte del país, mediante Facebook, Twitter y los blogs Al rojo vivo y Blog del narco[1]. Unos días después, en la misma ciudad, se encontró el cuerpo de una mujer, también mutilada y decapitada, por iguales razones[2].

Otra noticia impactante vino de Veracruz, donde dos tuiteros, Gilberto Martínez y María de Jesús Bravo, fueron acusados de terrorismo, el 30 de agosto. La versión oficial señaló que ellos dispersaron el rumor de un ataque en la ciudad, a pesar de que había información que indica que el pánico en las calles empezó antes que los tuits[3]. Aunque estos ciudadanos fueron liberados el 21 de septiembre, se tipificó un nuevo delito: perturbación del orden público, en el Código Penal de Veracruz; la intención es sancionar con cárcel a quienes difundan rumores que, desde la perspectiva del gobierno, alteren el orden público[4].

Éste momento de libertad vulnerada es clave para recordar el Informe MacBride y su planteamiento del derecho a comunicar como prerrequisito para los otros derechos humanos. ¿Qué posibilidades tienen los ciudadanos para hacer frente a las amenazas que, contra la libertad de expresión, se producen desde el crimen organizado y desde el gobierno? ¿Replegarse a lo privado? ¿Arriesgar por seguir construyendo lo público? ¿Pensar en maneras creativas de seguir denunciando lo que todos sabemos que ocurre, aunque para muchos convenga hacer un voto de silencio?

 


[1] Arana, A. “Murders a warning to Mexican social media users”. Uncut. Consultado el 16 de septiembre de 2011 en: http://uncut.indexoncensorship.org/2011/09/murders-a-warning-to-mexican-social-media-users/

[2] Sin Embargo. “Decapitan a bloguera en Nuevo Laredo por informar sobre narco”. Consultado el 28 de septiembre de 2011 en: http://www.sinembargo.mx/24-09-2011/45407

[3] La Plaza. “Veracruz panic started before ‘terrorist’ tweets, reports say”. Consultado el 12 de septiembre de 2011 en: http://latimesblogs.latimes.com/laplaza/2011/09/twitter-mexico-veracruz-details-confusion-rumor-precedents.html?dlvrit=99665

Imagen de Veracruz. “Inocente, tuitero detenido”. Consultado el 12 de septiembre de 2011 en: http://www.imagendeveracruz.com.mx/vernota.php?id=99663

[4] BBC Mundo. “Liberan a tuiteros encarcelados en México”. Consultado el 21 de septiembre de 2011 en: http://www.bbc.co.uk/mundo/ultimas_noticias/2011/09/110921_ultnot_mexico_liberan_tuiteros_veracruz_jrg.shtml

BBC Mundo. “Cruzada oficial contra tuiteros en México”. Consultado el 7 de septiembre de 2011 en: http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2011/09/110905_twitter_terrorismo_veracruz_an.shtml

La incorporación del reloj y sus implicaciones en la vida social

Si bien no se trata de una tecnología de comunicación e información, la incorporación del reloj se ha vinculado a la transición del trabajo artesanal al trabajo en fábricas, donde surgió la necesidad de medir el tiempo y establecer jornadas laborales. Un asunto concreto para pensar es si comemos cuando tenemos hambre o cuando es hora de comer.

No puedo dejar de pensar en Metrópolis, de Fritz Lang.

Y en el «Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda a un reloj» de Julio Cortázar.

El activismo en la era de Internet: algunos matices necesarios

De mi columna, Coordenadas Móviles, en Razón y Palabra.

 

Sin Internet, correo, blogs y esas cosas, el activismo era distinto, no tenía alcance global. Lo anterior es señalado por un activista, en Los días de la tierra, de Robert Stone. En este documental —que, confieso, no me fascinó— se presenta una serie de experiencias de los activistas estadounidenses que, desde el movimiento ecologista, iniciaron la celebración del Día de la Tierra, para concientizar a la sociedad sobre la necesidad de cuidar el medio ambiente. Una de las reflexiones secundarias que se plantean se centra en las labores de difusión del movimiento. En aquel tiempo, a finales de los 60 y principios de los 70, sus estrategias de comunicación se reducían a los medios impresos; de modo que el alcance de sus mensajes era limitado. Hoy, a pesar de la represión en muchos países, Internet se ha vuelto una herramienta fundamental para el activismo. Esto, aunque sea un hecho, no debe “darse por hecho”, por al menos dos razones: la vinculación entre lo local y lo global y la posible ilusión de la participación.

Diversos autores, como Manuel Castells y Jordi Borja[1], han planteado que en nuestros tiempos, con las tecnologías de información y comunicación, se vinculan lo global y lo local en varios sentidos: la red permite interactuar a distancia y elimina —o al menos modifica— las necesidades de desplazarse físicamente, en consecuencia, esto permite a las personas formar parte de comunidades globales. En la década de los 90, fue una preocupación para muchos pensar que las posibilidades de integración global irían en detrimento de las identidades locales. Yo me inclino por pensar en las particularidades locales que permiten identificarse o no con causas globales. ¿Se identifican determinados problemáticas como algo que nos atañe a todos? ¿Se toman acciones en consecuencia? ¿Se vincula el activismo en la red con el activismo en la calle? ¿Se considera que la participación local puede contribuir efectivamente con determinadas causas?

Las revoluciones árabes, por sus evidentes usos de las redes de comunicación digital, han permitido colocar los reflectores sobre los sitios de redes sociales, concretamente sobre Facebook y Twitter. Para muchos, la tecnología es determinante en tales revoluciones. La proliferación de “causas” en Facebook y de hashtags usados para el activismo en Twitter son acciones interesantes; sin embargo, es complicado identificar las posiciones del péndulo, es decir, ¿quiénes, entre los que dan clic o retuitean, están realmente comprometidos con la causa que apoyan?, ¿quiénes lo hacen por construir una imagen —visible, sobra decirlo— de alguien que está presente “en los mejores eventos”?, ¿quiénes, además del clic, están involucrados con otras actividades en pro de la causa, en cualquier lado de la pantalla? En ese sentido, se hace necesario preguntarnos por los factores que motivan a los ciudadanos a integrar la lucha en la red con la lucha en la calle y en qué medida contribuye el activismo en la red al logro de los objetivos de los movimientos. Recientemente, Micah White[2] ha cuestionado el clicktivism, por considerar que reducir el activismo a la red puede ser perjudicial para los movimientos sociales y políticos, puesto que, a veces, se pierde la esencia de la lucha, entre el entusiasmo por las cantidades de clics, firmas, participantes y apoyos obtenidos. Esto no es algo exclusivo de la red, en las marchas realizadas de manera presencial, también podríamos encontrar distintos niveles de compromiso y cuestionar si la esencia del movimiento se conserva en todos. De cualquier modo, es pertinente considerar los planteamientos de White, para analizar el papel de la tecnología en el activismo.

Sin duda, el activismo en la era de Internet es radicalmente diferente, por el alcance global de las redes; los sucesos recientes en Medio Oriente, Europa y el norte de África, nos han permitido observar el poder de la comunicación. No obstante, pensar que la sola presencia de la tecnología nos hará democráticos, resulta quizás ingenuo. Los factores que inciden sobre la participación de la sociedad en diferentes causas, son cada vez más complejos.

 


[1] Borja, Jordi y Manuel Castells. Local y global. La gestión de las ciudades en la era de la información. Taurus. Madrid, 1998.
[2] White, Micah. “Clicktivism is ruining lefting activism”. The Guardian. Consultado el 30 de Julio de 2011, en http://www.guardian.co.uk/commentisfree/2010/aug/12/clicktivism-ruining-leftist-activism.

Me duele este México rojo

Publicado originalmente en El Cafecito 61 y ahora también en Nuestra aparente rendición.

 

 

When the violence causes silence, we must be mistaken.

The Cranberries, “Zombie”.

 

La primera vez que estuve en Tlatelolco tuve una sensación muy extraña, al estar parada sobre el lugar donde nuestros antepasados indígenas hacían sacrificios humanos y donde ocurrió la masacre de los jóvenes estudiantes en 1968. En muchos momentos de nuestra historia, las manchas de sangre se han acumulado —literal y simbólicamente— en espacios geográficos concretos. Asistimos ahora al enrojecimiento de nuestro mapa, los asesinatos, ya no de individuos sino de grupos de personas, ya no sólo de “delincuentes” sino también de ciudadanos que cometen el grave error de estar en el lugar equivocado, en el momento equivocado, con las personas equivocadas y se convierten en “daño colateral”. ¿Hasta qué punto es normal? ¿Dónde comienza a ser demasiado?

*

Recuerdo mucho una tira de Mafalda, donde ésta señalaba que tenía un enfermo en casa. Se trataba de un mundo recostado, ya que, en palabras de ella: “Le duele el Asia”. Si retomamos esa metáfora, quizá podamos decir que al mundo le duele todo, le duele China y también Birmania, Inglaterra, Haití, Afganistán y más. También le duele México, con sus graves problemas de feminicidios y el incremento en la comisión de delitos relacionados con el crimen organizado, con el olor a miedo y los ríos de sangre y los gritos de ayuda que no son escuchados.

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“Protesto guardar y hacer guardar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes que de ella emanen, y desempeñar leal y patrióticamente el cargo de Presidente de la República que el pueblo me ha conferido, mirando en todo por el bien y la prosperidad de la Unión, y si así no lo hiciere que la Nación me lo demande”[1], con esas palabras Felipe Calderón tomó protesta como presidente hace casi cuatro años. Alguien no está haciendo bien su trabajo si el bien y la prosperidad se traducen en una supuesta guerra contra el narcotráfico, que ha dejado más destrucción y muerte que soluciones, donde la sensible pérdida de miles de vidas es reducida a un daño colateral. Del otro lado, si la inseguridad y la violencia llevan al silencio y la indiferencia, los ciudadanos —en tanto Nación— no estamos asumiendo nuestros derechos y obligaciones de demandar a nuestros representantes que hagan su trabajo.

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Recientemente fue publicado en Nexos, el artículo “Cómo reducir la violencia en México”, de Eduardo Guerrero Gutiérrez. El autor delinea las tendencias en la violencia en nuestro país desde el año 2001, hace una crítica a la actuación del gobierno mexicano y plantea propuestas concretas de acción. La crítica es clara: “El gobierno federal falló en dos temas cruciales: el diagnóstico del mal y el método para combatirlo. El gobierno supuso, equivocadamente, que las organizaciones criminales no tendrían capacidad para reaccionar ante el asedio gubernamental. Peor aún: el gobierno creyó que él mismo estaba en condiciones de iniciar la guerra en enero de 2007. Este error de cálculo ha implicado enormes costos para el país en términos de vidas humanas y bienestar. El incontrolable aumento de la violencia en varios puntos del país ha propiciado que la estrategia oficial se revierta en contra del gobierno mismo. Junto con la violencia crecen el secuestro y la extorsión, el consumo de drogas y la percepción pública de que la guerra se perdió”[2]. Con frecuencia, el discurso oficial habla del narcotráfico y las organizaciones criminales como si se tratara de una realidad aparte a la que se ataca, pero no se ha reconocido lo que Guerrero Gutiérrez y otros analistas han señalado, la relación entre los “golpes” que el gobierno ha dado con la detención o ejecución de grandes capos y el incremento en los niveles de violencia en la reorganización de las geografías del narco y la reapropiación de territorios.

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En El rechazo de las minorías. Ensayo sobre la geografía de la furia, el antropólogo Arjun Appadurai habla de un contraste entre dos lógicas: la del sistema vertebrado de los estados-nación modernos y la del sistema celular del las redes terroristas. Estas últimas están “conectadas, pero no dirigidas verticalmente; coordinadas, pero notablemente independientes; capaces de dar respuestas sin contar con una estructura centralizada de comunicación; borrosas, pero con claridad”[3]. Quizá sea un error comparar las organizaciones terroristas con el crimen organizado, de entrada, porque aunque existan claras similitudes, hay también muchas diferencias. Sin embargo, quizás esto ayude a entender las fallas en la “guerra” o “lucha” contra el narcotráfico que ha emprendido el gobierno mexicano, porque el enfrentamiento entre sistemas distintos no ha conducido a la añorada tranquilidad, sino a la rearticulación y multiplicación de las organizaciones delictivas.



[1] 500 años de México en documentos (2006, diciembre 1). Toma de protesta de Felipe Calderón como Presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos. Disponible en: http://www.biblioteca.tv/artman2/publish/2006_413/Toma_de_Protesta_de_Felipe_Calder_n_Hinojosa_como_Presidente_constitucional_de_los_Estados_Unidos_Mexicanos.shtml

[2] Guerrero Gutiérrez, E. (2010, noviembre 3). Cómo reducir la violencia en México. Nexos. Recuperado el 5 de noviembre de 2010, de: http://www.nexos.com.mx/?P=leerarticulo&Article=1197808. Disponible también en Nuestra aparente rendición: http://nuestraaparenterendicion.blogspot.com/2010/11/eduardo-guerrero-nos-autoriza-publicar.html

[3] Appadurai, A. (2007). El rechazo de las minorías. Ensayo sobre la geografía de la furia. Barcelona: Tusquets.