¡Están vivas! Notas sobre la lengua y la lectura en la era de Internet

De mi columna en Razón y Palabra.

 

“Internet es la vuelta de Gutenberg”, señaló Umberto Eco, en una conversación con Javier Marías, realizada con motivo de la celebración por los 1000 números de Babelia, la revista cultural del diario español El País. El argumento del célebre semiólogo y escritor italiano es claro: “Con Internet es una civilización alfabética. Escribirán mal, leerán deprisa, pero si no saben el abecedario se quedan fuera. Los padres de hoy veían la televisión, no leían, pero sus hijos tienen que leer en Internet, y rápidamente. Es un fenómeno nuevo” [1].

La reflexión de Eco rompe con una de las quejas más recurrentes sobre la comunicación en Internet y a través de SMS: que la gente ha dejado de leer. De entrada, cuando se le atribuye a la tecnología una responsabilidad así, pareciera que los sujetos son seres indefensos frente a las malvadas máquinas que les impiden disfrutar de la literatura, la ciencia y la reflexión, en versiones impresas. Pareciera también que las pantallas no permiten posibilidad alguna de lectura, como si lo impreso fuese lo único que tuviera valor; si bien muchos —entre ellos, Umberto Eco— defienden el valor de los libros impresos, los soportes digitales se van incorporando poco a poco a nuestros hábitos de lectura, demostrando que las obras no son tales por su soporte, sino por el contenido. Sobre todo, pareciera que los otros modos de lectura —de las imágenes, de las narrativas, de lo fragmentado— no exigieran habilidades importantes para entender y apropiar aquello que se lee.

De fondo, la defensa de la lectura en su sentido tradicional puede conducir a cerrar los ojos frente a las constantes transformaciones, que no atentan contra, sino que diversifican, las opciones de producción, distribución y consumo de obras. Considero que la clave está en visualizar las prácticas sociales y los productos, no como algo fijo e inamovible, sino como algo vivo, susceptible a los cambios que se producen en el tiempo.

Sobre la lengua, en relación con Internet, Eco afirma: “No creo que el lenguaje se empobrezca, ¡cambia!” y cita el ejemplo del inglés, un idioma que puede considerarse pobre al compararlo con lenguas como el francés, el italiano y el español, pero que, a pesar de todo, “puede decir cosas maravillosas. Por lo tanto, se simplifica, pero puede decir muchas cosas. Las lenguas funcionan”[2]. Ninguno de nosotros habla el español del siglo XVI y eso no nos hace inferiores respecto a nuestros antecesores. La lengua es algo vivo, que recoge las huellas del tiempo y del paso de los sujetos por distintas situaciones; tanto las nuevas palabras que se incorporan al vocabulario, como aquéllas que caen en desuso, hablan de la historia de las sociedades.

Quizá habría que empezar a formularnos otras preguntas en torno a las pantallas: ¿qué nuevas habilidades se están gestando y transformando ya, para leer narrativas transmediáticas?, ¿qué retos plantea la lectura fragmentada que hacemos en Twitter, Facebook y otras redes, frente a las concepciones tradicionales de lectura y frente a nuestros modos de apropiar la información?, ¿en qué medida estamos siendo partícipes de los cambios que se producen?, ¿qué otras preguntas surgen en torno a estas prácticas vivas? Tal vez cada pregunta no nos conduzca a las certezas, sino a otras preguntas.


[1] Manrique Sabogal, Winston. “Encuentro Umberto Eco – Javier Marías. Diálogo politeísta”. En El País. Consultado el 25 de enero de 2011, en http://www.elpais.com/articulo/portada/Dialogo/politeista/elpepuculbab/20110122elpbabpor_9/Tes

[2] Manrique Sabogal, Winston. Op. cit.

 

2 comentarios en “¡Están vivas! Notas sobre la lengua y la lectura en la era de Internet

  1. Es maravilloso que las personas se reúnan en torno a la variante de un idioma, como familia en torno de una mesa. En este gran salón, en esta fiesta del lenguaje, hay muchas de ellas. Por supuesto, en la mesa principal, los tipos serios de la RAE y afines, defensores «del buen decir y escribir».
    Me gusta el escenario: un mismo idioma con timbres diferentes.
    El problema es cuando los integrantes de una mesa intentan hablar con los de otra. Así como hay quien no sabe escribir un SMS, hay quien no redacta un oficio. El pasillo de distancia entre ambos grupos se convierte en abismo. Cambia el lenguaje, ciertamente.
    El reto es tender un puente inscrito con los detalles esenciales para una comunicación efectiva con los de la otra mesa (kn ls d l otr msa): un puente como variante original común.

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