Si esto fuera un periódico, ya habría sido despedida, tras los prolongados abandonos y las notas tardías. En mi defensa diré que cometí la locura de ir a tres congresos, una charla y una sesión de un seminario permanente en tres semanas. Obvio, los pendientes se han multiplicado cual mancha voraz y, por ello, escribo ahora el corte informativo de hace un mes.
Todo comenzó en el 11o. Seminario de Investigación de la Universidad Autónoma de Aguascalientes, que fue del 18 al 21 de mayo. En él todos los investigadores de la universidad y dos que tres extremos presentamos nuestros avances y resultados de investigaciones, en siete mesas: ciencias naturales y exactas, ingenierías y tecnologías, ciencias agropecuarias, ciencias biomédicas, ciencias económicas, ciencias del diseño y de la construcción, ciencias sociales y humanidades.
Algo curioso es que las mesas siguen la estructura institucional departamental de la universidad, así que, por ejemplo, en la mesa de ciencias sociales, un día participaron los historiadores, otro los sociólogos, otro los especialistas en educación y al final los psicólogos, una politóloga y dos filósofos. Esto en términos de organización facilita mucho las cosas, pero quizá también produce una dinámica medio endogámica, que no promueve el diálogo entre investigadores de más áreas.
En fin, el día de los sociólogos —en ese bloque, por cierto, incluyeron a los comunicadores— fue muy prolífico en exposiciones. Octavio Maza, Olivia Sánchez, Salvador de León, Rebeca Padilla, Maru Patiño, Fernando Padilla, Evangelina Tapia, Silvia Bénard, Esthelita Esquivel, Consuelo Meza, Salvador Camacho, Genaro Zalpa y yo, nos aventamos un maratón de 14 ponencias en cinco horas. Con una agenda tan apretada, no hubo mucho tiempo para discutir, pero eso no impidió que se tratara de una sesión muy enriquecedora, por la diversidad de objetos de estudio, de perspectivas e intereses; eso fue genial.

La siguiente escala fue en FLACSO México, en el II Congreso Latinoamericano y Caribeño de Ciencias Sociales, que se realizó del 26 al 28 de mayo. He de confesar que nunca había estado en FLACSO —aunque sí, enemil veces, en frente, en Six Flags— y me hizo feliz, el lugar es hermoso, pero además, la calidez humana invita a volver. Quizá lo que más me gustó fue la organización de las mesas por objetos, más que por disciplinas.
Concretamente, yo participé en un eje temático dedicado a procesos culturales, identidades y ciudadanía, en la mesa que se tituló Comunicación, identidad y política. Compartí mesa con Juan Camilo Molina, de FLACSO Ecuador y con Mauricio Álvarez, de la UACM, quien fue un moderador genial, hizo una presentación en la que conectó las biografías y los trabajos que íbamos a presentar. Más tarde, con la moderación de Ligia Tavera, de FLACSO México, participaron Enedina Ortega, del Tec de Monterrey, Rocío Verónica Orlando Zamora, de FLACSO Ecuador y Hugo Luna, de FLACSO México. Desgraciadamente, fue poco el tiempo que pude estar allí. Regresé a casa a resolver uno que otro asunto, antes de emprender un viaje más.
Guadalajara fue el siguiente punto en el mapa, esa vez para asistir a la charla que dio Carlos Scolari, la tarde del 31 de mayo en el ITESO. Algo muy rico es que este investigador argentino de nacimiento, formado en Italia y radicado en España, partió de su trayectoria biográfica para contar cómo fue que entró en el mundo de la comunicación digital, primero por el lado profesional, después a través de la investigación. Así transitó del panorama general de teorías de comunicación a las particularidades de la comunicación digital, para aterrizar en la metáfora ecológica y las narrativas transmediáticas. Al terminar la charla —y luego de la necesaria, aunque brevísima, sesión de chisme con Karina y Alfredo— regresé a Aguascalientes, sólo para hacer la maleta y viajar nuevamente al DF.

El XXII Encuentro Nacional AMIC (Asociación Mexicana de Investigadores de Comunicación), fue del 2 al 4 de junio, en la Universidad Iberoamericana. Todo empezó con la conferencia de Guillermo Orozco Gómez, titulada “Audiencias, ¿siempre audiencias?”, en la que discutió las transformaciones sociales que vivimos, en relación con la comunicación como epicentro de otros cambios. Presentó diez maneras de hacer sentido conceptual de nuestra interacción con las pantallas, en calidad de audiencias, desde el modelo de los efectos hasta aproximaciones más recientes y complejas sobre mediaciones e hipermediaciones, torrente mediático, producción de presencia y convergencias y ecología de los medios.

En esa misma sintonía, Carlos Scolari dictó su conferencia “Narrativas transmediáticas. Mundos de ficción, branding y prosumidores en la nueva ecología de los medios”. Habló del mundo de los medios, caracterizado por la explosión y por las nuevas prácticas de producción y consumo; también de la convergencia narrativa y las narrativas transmediáticas, con cortes de Lost, Pardillos y La Isla Presidencial. Cerró con una serie de cuestionamientos: ¿Podemos seguir investigando los medios o los géneros/discursos de manera aislada? ¿Asistimos a una extinción de los medios masivos? ¿Asistimos a una evolución de nuevas especies mediáticas? Ante todo, siguiendo a Jesús Martín Barbero, habrá que superar la razón dualista que separa viejos y nuevos medios y habrá que echar un ojo a las interfaces.

De los paneles, sólo vi dos. En el primero, moderado por Delia Crovi, acerca de la apropiación digital y las transformaciones culturales, me sorprendió gratamente el trabajo de María Elena Meneses, sobre la convergencia digital y el trabajo periodístico.
El segundo, sobre metodologías de medición de nuevos medios —lo que sea que nuevos signifique—, fue moderado por Manuel Guerrero y contó con la participación de Rubén Jara, de IBOPE, que habló de las formas de medición empleadas en la investigación comercial. Continuó Raúl Trejo Delarbre, que además de ser muy crítico y profundo en su participación, se dio el lujo de hacer un corte informativo: México 1, Italia 0 —he aquí otro corte informativo, el panel fue al mismo tiempo que el partido amistoso—. El cierre fue contundente: “Hay que ir más allá del dato duro, pero para eso hay que tener datos”. La última participante de esta mesa fue Cosette Castro, quien nos sorprendió a todos con sus primeras afirmaciones: dijo que habla desde una perspectiva latinoamericana de los estudios de comunicación, desde la búsqueda de la inclusión social y digital, desde la comprensión de la información y comunicación como derecho humano, desde el pensamiento complejo y la transdisciplinariedad… lo que estudiamos, señaló, no dice exactamente quiénes somos. Después habló de los puentes, de la comunicación lineal a la no lineal, del mundo analógico al digital, de la condición de audiencias en relación con las industrias de contenidos en Latinoamérica.

Grupos de investigación hay muchísimos, pero yo estuve siempre en el de nuevas tecnologías, Internet y Sociedad de la Información; ahí la discusión osciló entre la brecha digital, el e-goverment, los usos políticos de Internet, los mundos virtuales, la fotografía digital, el blogging autobiográfico, las narrativas, los usuarios, las relaciones de pareja a través de Internet, el software libre y mucho más… hasta fantasías futuristas ligeramente incomprensibles.
Algo genial en este encuentro fue el reencuentro de los itesianos, Raúl Acosta y Magdalena López de Anda, profesores del ITESO, así como Rebeca Padilla, Salvador de León y yo, que nos formamos en tierras tapatías, pero vivimos en Aguascalientes. A eso hay que sumar el post-brindis —campo fértil de las prefiguraciones—, la extraña reclusión en Santa Fe y el descubrimiento del secreto mejor guardado de la Ibero. Con todo, llegó el momento de emprender la graciosa huída.

Finalmente, ya en mi ciudad, estuve en la cuarta sesión del Seminario Permanente de Estudios Socioculturales, que coordino en el Colegio de Estudios Sociales de Aguascalientes; en ella se presentaron dos trabajos, el de Edgar Zavala Pelayo, sobre catolicismo y dominación epistemológica en la sociología y el de Vicente Esparza Jiménez, acerca de la conmemoración de la Expropiación Petrolera en Aguascalientes. La asistencia fue muy pobre, pero la discusión fue muy enriquecedora.


Miles de kilómetros y horas de viaje después, los días de congresitis terminaron, con una serie de ideas revoloteando en mi cabeza. Sobra decir que es una locura de la que no me arrepiento.