Declaración de principios

No seré una gran investigadora cuando tenga 80 millones de JCRs y haya escalado todos los niveles en cuanta evaluación meritocrática exista —quienes me conocen saben que eso no es mi hit—. Lo seré cuando pueda notarse mi mano en el trabajo de mis tesistas y cuando ellas/ellos sean capaces de abrir sus propias líneas, de la misma manera que en mi trabajo se nota la mano de quienes me formaron y se abren otras líneas. Para mí, el trabajo científico es más de comunidad que de acumulación.

Just for the record, no es una indirecta, es algo que llevo tiempo pensando, entre pláticas con amigos/colegas y que aterrizó hoy, mientras leía a Robert Heinecken a propósito de la fotografía y la enseñanza.

Investigar lo que nos dé esperanza

Escribo esto para que no se me olvide, para encontrar mis propias palabras una y otra vez cuando haga falta. Este semestre estaba empezando a perder el sentido de lo que hago, pero hubo una serie de cosas que me obligaron a mirar atrás.

Cuando estaba a punto de entrar al doctorado, encontré esta entrevista que Núria Reguero le hizo a Jesús Martín-Barbero, donde él dice que «hay que investigar lo que nos dé esperanza, y como dijo Benjamin, la esperanza se nos da a través de los desesperados: hoy hay muchos desesperados en América Latina con gran imaginación y buscando una transformación radical de lo que es hacer política». Eso me impactó tanto que se convirtió en un epígrafe en mi tesis.

Septiembre, octubre y lo que va de noviembre han sido meses de reflexión en medio del caos. Una de las 20 mil cosas que pensé es que definitivamente no soy alguien que va por la vida correteando puntitos por productividad, que trabaja a destajo y que abarca todo lo posible. Entiendo que en la academia terminamos por jugar con las reglas del juego, porque somos parte del sistema, incluso si no estamos de acuerdo con él. Sin embargo, eso no es todo en la vida. No soy ésa. Más bien soy la chica idealista que tomó una frase sobre «investigar lo que nos dé esperanza» no sólo como epígrafe, sino como eje de trabajo. Eso es lo que creo y eso es lo que quiero hacer.

313-40: Cuatro años, una tesis, nuevos caminos

 

 

Este año comenzó con el fin de un ciclo. El 7 de enero fue mi examen doctoral (eso es a lo que llamo iniciar el 2016 con mucha actividad). Defendí la tesis Imaginar un mundo mejor: La expresión pública de los activistas en internet, ante un jurado de lujo, integrado por los doctores María Martha Collignon, Rossana Reguillo y Geoffrey Pleyers.

En 313 páginas de tesis y 40 minutos de exposición se condensaron los hallazgos de cuatro años y medio de trabajo y se esbozaron algunas líneas para los próximos años. Tengo mucho que agradecer a mis profesores y compañeros del doctorado, a los colegas que he conocido en los congresos y a los familiares y amigos que han soportado mi trabajo en este tiempo. Por supuesto, agradezco enormemente a Libros Vagabundos y Amigos Pro Animal, los grupos activistas que confiaron en esta desconocida y me permitieron ver el mundo desde su perspectiva, para discutir cómo se configura la expresión pública en nuestros tiempos.

Al principio de este post decía que el examen representó el fin de un ciclo, un rito de paso, el cierre oficial de cuatro años de doctorado, que implicaron trabajo también en los meses previos y posteriores; pero en esto hay muchas continuidades, queda trabajo pendiente a partir de la tesis, hay otras preguntas, nuevas inquietudes y muchas incertidumbres.

 

Las fotos que acompañan este post son de Marcela de Niz y Fernando Cornejo.

Nota suelta sobre análisis de redes sociales

«Las redes no valen para todo», dijo Ignacio Ramos Vidal a propósito de la perspectiva de las redes sociales. Lo primero que necesitamos es tener claro por qué queremos introducir el concepto de red en la pregunta de investigación, para ver si es congruente. Esto fue en el taller «Estrategias de evaluación y análisis estructural de redes sociales», del 1st. Summer Seminar on Social Network Analysis, en la UAA.

Nota suelta sobre CLEPSO

En otro post comentaba que Jesús Martín Barbero lanzó una pregunta clave, en un encuentro con investigadores de comunicación de distintas generaciones: ¿qué tiene que ver lo que a mí me gusta y lo que yo investigo con lo que está sufriendo mi país? Algo que me llamó la atención en CLEPSO (el 1er. Congreso Latinoamericano de Estudiantes de Posgrado en Ciencias Sociales, organizado por FLACSO México) fue que gran parte de las ponencias ahí presentadas evidenciaban los conflictos y desigualdades de nuestros países latinoamericanos. Resulta esperanzador ver que los estudiantes estamos mirando hacia eso que están sufriendo nuestros países.

Cosas que hacen que valga la pena dar clases

I.

«Gracias por darme clases el último año de la carrera», decía el mensaje que un ex-alumno me envió hace algunos días. Me explicaba que miró hacia atrás y le pareció que el trabajo que hizo en mi materia (Investigación en Comunicación Social) fue muy bueno, que aprendió cosas y que esas cosas han resultado de utilidad. Siempre es satisfactorio saberlo, es una motivación para seguir.

II.

En el grupo del que forma parte este alumno hubo excelentes investigaciones sobre una buena diversidad de temas: la cobertura mediática de la violencia, la transición de la industria discográfica de lo analógico a lo digital, las narrativas transmedia en el fanfiction de 50 sombras de Grey, entre otros. Me sorprendió mucho que incluso aquéllos que no demostraban mucho interés por la investigación se esforzaron por hacer buenos trabajos. El común denominador fue, además de mucho esfuerzo, elegir un tema apasionante para cada uno, algo sobre lo que había una pregunta que iba más allá de las clases y de la búsqueda de una calificación, algo que para muchos es o está muy cercano al proyecto de vida.

III.

Otra de las cosas que hacen que valga la pena la docencia es la experiencia de permanente aprendizaje: los profesores aprendemos mucho de los alumnos. Aprendemos también mucho de nosotros mismos cuando estamos con los alumnos y miramos a través de ellos, sus preguntas, dificultades e intereses. Este semestre, que hice una pausa voluntaria en la docencia, es un gran momento para reflexionar… y también para extrañar.

La búsqueda de mirar más allá: El G1 de AMIC y el viraje hacia lo público y lo político

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Hace por lo menos un año que los participantes constantes del G1 de AMIC (grupo de investigación sobre nuevas tecnologías, internet y sociedad de la información) entramos en una especie de etapa auto-reflexiva, a partir de la pregunta por las preguntas que nos hemos hecho a través de estos años. La discusión de este año fue, quizás, una de las más ricas en muchos sentidos.

Este año —en el que, por cierto, hubo menos ponencias, pero de mayor calidad— fue posible identificar dos tendencias en el grupo: una en torno a las identidades, la performatividad y las interfaces[1], que da continuidad y profundiza lo que habíamos trabajado en los años previos; otra que constituye un viraje hacia las preguntas por lo público y lo político[2].

Quienes llevamos varios años en el grupo observamos diversos desplazamientos temáticos, teóricos y metodológicos. Temáticamente, vamos superando esta especie de mediacentrismo que durante varios años arrastramos. Dejamos de hablar de blogs, Second Life, Facebook o Twitter, para hablar de procesos comunicativos más amplios. Teóricamente, parece que todos los caminos llevan a la lingüística, la semiótica, la psicología, la filosofía política y la sociología de movimientos sociales, en la búsqueda de abordajes que den cuenta de la complejidad de estas prácticas de comunicación. Metodológicamente, nuestros abordajes cualitativos de siempre se han enriquecido con lo cuantitativo —sobre todo a partir del trabajo con big data— y lo mixto.

Tanto en las sesiones como en los pasillos, nos preguntamos más de una vez cuál es la especificidad de nuestro grupo, cuando en todos los grupos hay discusiones que implican mediaciones tecnológicas (en educación, audiencias, periodismo y más) y cuando —disculpen todos por ser tan necia con este punto— nuestras nuevas tecnologías se han hecho viejas. Quizás este momento de incertidumbres, que nos resulta tan desafiante y emocionante, es la señal de que nuestro grupo está madurando. Ya veremos qué depara el próximo año.

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[1] En esta línea pueden situarse las ponencias de Jorge Hidalgo Toledo (Hipermediatización: prácticas performativas y cambios estruc- turales en la construcción de las constelaciones e identidades hipermediales), Gabriel Pérez Salazar, Francesco Gervasi y Basilia Fernanda Cuevas (Expresión de identidades religiosas en línea: El caso de la Santa Muerte en Facebook), Jacob Bañuelos Capistrán (Documentalismo conversacional en Instagram: interface e interactividad multidimensional), Raquel Espinosa Castañeda (Generación de imágenes mentales a partir de la percepción virtual táctil en personas ciegas utilizando tecnologías de realidad virtual y sistemas hápticos), Magdalena López de Anda (Genealogía de los Mundos Virtuales: del relato al inventario) y Josela Romero López (El talante polisémico de la noción redes sociales).

[2] Esta línea se integra por las ponencias de María de la Luz Casas Pérez (Ciudades inteligentes y ambientes de comunicación digital), Amílcar Chavarría Cruz (Esfera pública, de lo tangible a lo digital. Twitter en las Elecciones Presidenciales México 2012), Guiomar Rovira Sancho (La política en las redes digitales: un espacio sin aura), Miguel Angel Rivera Herrera (¿Interacción política en el marco de la Sociedad de la Información?: Un análisis del uso de la red social Twitter por ciudadanos y candidatos presidenciales en la elección México 2012), Jacobo Nájera, Paola Ricaurte Quijano y Jesús Robles Maloof (Las sociedades de control: biopoder, tecnología y vigilancia de Estado), la mía (La red, la calle y los medios: Tres escenarios para el estudio de la expresión pública de los activistas) y la de Juan Manuel Ávalos González, que no alcanzó a llegar, pero que es un elemento constante en este grupo  (Disidencia juvenil y medios digitales. Aproximación a la experiencia del #YoSoy132 Tijuana).

De raíces biográficas y esas maravillas…

Llegué a «Public space and political public sphere – the biographical roots of two motifs in my thought», de Jürgen Habermas, para ver qué planteaba sobre el espacio público. Encontré lo que buscaba y otro poco. Quienes suelen leer este blog (¿alguien aún lo hace tras mis prolongados abandonos?) saben que hace algún tiempo me pregunto por qué uno investiga lo que investiga. «Any such obsession has biographical roots», dice Habermas y explica las raíces biográficas de sus intereses. El texto es interesantísimo, sobra decirlo.

Entre el anonimato y el exceso de visibilidad

De mi columna Coordenadas móviles, en Razón y Palabra.

 

“El stalking es una forma de etnografía virtual”, me dijo una amiga cierto día. No es complicado enterarse de muchos detalles de las vidas de los otros, cuando las actualizaciones de Facebook, Google Plus, Twitter y FourSquare se agolpan en las pantallas. Esto evidencia diferencias significativas, no sólo respecto a las prácticas de comunicación de la era pre-internet, sino de las propias prácticas de comunicación en los primeros años de la explotación comercial de la red.

En la década de 1990, la interacción en los chats, mediante el uso de nicknames —en ausencia de indicadores sobre sexo, edad y aspecto físico— desafiaban los modos de entender la comunicación. En aquel tiempo, gran parte de los estudios de comunicación mediada por computadora enfatizaban el anonimato como característica de estas prácticas, así como las posibilidades de gestión de la identidad. Los recursos de presentación de una identidad construida para interactuar en línea, que podía coincidir o no con la “identidad real” —lo que sea que eso signifique— eran considerados por unos en términos de posibilidades creativas, mientras que otros se alarmaban ante los riesgos de los usos de estos recursos.

En 20 años, las prácticas y las interfaces se han transformado enormemente. El uso de fotografías y videos, muchas veces en tiempo real, así como la popularización de las aplicaciones basadas en servicios de geolocalización, plantean otros desafíos al estudio de la comunicación y la cultura. Muchas preguntas ahora giran en torno al exceso de visibilidad en la red, en dos sentidos: En primer lugar, en términos de un desplazamiento en las concepciones sobre lo público y lo privado; sobre esto, algunos autores, como Zygmunt Bauman, han planteado que nuestra época se caracteriza por el desdibujamiento de los límites entre la esfera de lo público y la esfera de lo privado. En segundo lugar, en términos de la gestión de la privacidad, a partir de las posibilidades de las interfaces para controlar quiénes pueden conocer qué de los usuarios; en este sentido, gran parte de las discusiones se enfocan en los riesgos del exceso de visibilidad y en las vulnerabilidades que todos los sitios de redes sociales tienen respecto a la privacidad, pero también en los usos creativos de las redes para controlar la información personal que se difunde, así como en otros usos enfocados en el rastreo de datos de los usuarios por diversos intereses y para diferentes propósitos. Las prácticas de comunicación en entornos digitales tienen múltiples dimensiones importantes para el análisis, pero también para la reflexión personal en torno a la interacción en internet.

En suma, se ha producido un desplazamiento en las discusiones, del anonimato al exceso de visibilidad. Lo anterior no significa que el anonimato en la red haya dejado de existir, las redes de WikiLeaks y Anonymous son casos concretos en los que el anonimato y la protección de la privacidad siguen siendo asuntos centrales; pero sí deja ver que este desplazamiento habla de un territorio de análisis caracterizado por las transformaciones permanentes en las prácticas y las discusiones sobre tales prácticas.

Lo subjetivo en la construcción de un objeto de estudio

Hace mucho leí, creo que en un texto de Jesús Martín Barbero que creo que citaba a Antonio Gramsci, que sólo investigamos aquello que nos afecta. También leí, del mismo Jesús Martín Barbero, siguiendo a Walter Benjamin, que hemos de investigar aquello que nos da esperanza. Eso apela a una pregunta reflexiva sobre por qué investigamos lo que investigamos. Ésa es una pregunta que me hago constantemente, sobre mi trabajo y sobre el trabajo de los demás.

Maru Patiño y Rebeca Padilla, en su artículo «La construcción del objeto de estudio en el análisis cultural. Un ejercicio reflexivo para visibilizar y discutir los elementos del proceso», publicado en Estudios sobre las Culturas Contemporáneas, plantean una interesante reflexión al respecto. Concretamente, abordan los criterios de selección de un tema y la construcción de un objeto de investigación, tanto a partir de referentes teóricos y empíricos, como subjetivos. Esto deja ver, como dice el abstract, «la metodología de la investigación como un proceso complejo, no lineal y creativo en donde intervienen varias problemáticas que se invisibilizan y pocas veces se reflexiona en torno a ella de manera explícita».