Declaración de principios

No seré una gran investigadora cuando tenga 80 millones de JCRs y haya escalado todos los niveles en cuanta evaluación meritocrática exista —quienes me conocen saben que eso no es mi hit—. Lo seré cuando pueda notarse mi mano en el trabajo de mis tesistas y cuando ellas/ellos sean capaces de abrir sus propias líneas, de la misma manera que en mi trabajo se nota la mano de quienes me formaron y se abren otras líneas. Para mí, el trabajo científico es más de comunidad que de acumulación.

Just for the record, no es una indirecta, es algo que llevo tiempo pensando, entre pláticas con amigos/colegas y que aterrizó hoy, mientras leía a Robert Heinecken a propósito de la fotografía y la enseñanza.

Investigar lo que nos dé esperanza

Escribo esto para que no se me olvide, para encontrar mis propias palabras una y otra vez cuando haga falta. Este semestre estaba empezando a perder el sentido de lo que hago, pero hubo una serie de cosas que me obligaron a mirar atrás.

Cuando estaba a punto de entrar al doctorado, encontré esta entrevista que Núria Reguero le hizo a Jesús Martín-Barbero, donde él dice que «hay que investigar lo que nos dé esperanza, y como dijo Benjamin, la esperanza se nos da a través de los desesperados: hoy hay muchos desesperados en América Latina con gran imaginación y buscando una transformación radical de lo que es hacer política». Eso me impactó tanto que se convirtió en un epígrafe en mi tesis.

Septiembre, octubre y lo que va de noviembre han sido meses de reflexión en medio del caos. Una de las 20 mil cosas que pensé es que definitivamente no soy alguien que va por la vida correteando puntitos por productividad, que trabaja a destajo y que abarca todo lo posible. Entiendo que en la academia terminamos por jugar con las reglas del juego, porque somos parte del sistema, incluso si no estamos de acuerdo con él. Sin embargo, eso no es todo en la vida. No soy ésa. Más bien soy la chica idealista que tomó una frase sobre «investigar lo que nos dé esperanza» no sólo como epígrafe, sino como eje de trabajo. Eso es lo que creo y eso es lo que quiero hacer.

No es un punto final, es un recordatorio

La vida está llena de sorpresas. El viernes 20 de octubre, en Valparaíso, recibí el reconocimiento por el segundo lugar en el Concurso Internacional de Tesis Doctorales en Comunicación, que organiza la FELAFACS (Federación Latinoamericana de Facultades de Comunicación Social).

Las tesis dan la impresión de que se trata de un trabajo solitario y, aunque en buena parte lo son, también se trata del producto del trabajo y la discusión con otros. He sido muy afortunada de gozar de la confianza tanto de mis sujetos de estudio como de mis profesores. Este post es para agradecer (sí, otra vez) a algunas de las muchas personas que fueron parte de estos años de trabajo y discusión, así como para pensar el premio.

Tengo mucho que agradecer a mis sujetos de estudio, que confiaron en esta desconocida, me abrieron las puertas de sus grupos, me permitieron entender su cotidianidad y su lugar en el mundo. He de agradecer mucho también a mi querido comité tutorial en el ITESO: a María Martha Collignon -quien, además de ser una increíble directora de tesis, fue quien propuso el trabajo para el concurso-, a Geoffrey Pleyers de la UCLouvain -quien fue un co-tutor muy comprometido en mi último año de doctorado y ha sido muy generoso conmigo en los años recientes-, a Rossana Reguillo -quien fue una pieza clave en mi comité tutorial-, así como a Elizabeth Prado -quien siempre estuvo presente, incluso en momentos muy difíciles para ella-. Gracias a todos los que en su momento participaron como lectores de los avances, en el ITESO, en UCLouvain y en diferentes espacios académicos. Gracias, por supuesto, a Raúl Fuentes Navarro, quien apareció mágicamente en la ceremonia de premiación -y eso fue muy simbólico tratándose de alguien que aprecio tanto y que ha tenido tanta influencia en la formación de muchas generaciones de investigadores de la comunicación-, me hizo sentir acompañada y festejó conmigo este reconocimiento.

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He de agradecer también a Patricia Nigro (FELAFACS Cono Sur / Universidad Austral, Argentina), quien estuvo a cargo del Concurso, así como a los evaluadores que revisaron las tesis participantes. Su trabajo suele ser tan pesado como invisible e incomprendido.

Eso me lleva a pensar en el premio. Desde que llegó la noticia de que lo recibiría (sin saber aún cuál lugar había obtenido), me dio la impresión de que la gente alrededor estaba más contenta que yo y no entendía por qué. Quizá no lo entiendo todavía y, por lo mismo, no puedo explicarlo, por más que pasen los días. El punto es que para mí el premio no representa un punto final, un reconocimiento a un trabajo acabado e impecable. Mi tesis es imperfecta, inacabada. Más de una vez he pensado que, de haber tenido más tiempo, habría profundizado más aquí o allá. Al mismo tiempo, me encanta como está, por todo lo que me obligó a explorar y rehacer, a cuestionar mis modos de entender el trabajo de investigación. Por eso creo ahora que el reconocimiento no es un punto final, sino un recordatorio de los puntos suspensivos, de los pendientes que quedaron. Se trata de algo que me obligó a mirar atrás y recordar lo importante, lo que me hizo querer ser investigadora.

Divagaciones nocturnas sobre la escritura académica

Este día me he dedicado a escribir y escribir y escribir. Re-escribí parte de unos capítulos de mi tesis y corregí un par de capítulos de libro —ambos en coautoría con colegas—, por supuesto, mientras tomaba café y contemplaba la lluvia desde la ventana. Entre tanto tecleo, pensé dos cosas. En primer lugar, que amo tanto lo que hago, entre otras cosas, porque me resulta intelectualmente desafiante, me hace buscar ir más allá de lo que creo que puedo y eso a veces resulta angustiante, pero siempre termina por ser gratificante. En segundo lugar, que el trabajo en equipo es una maravilla. Vaya, escribir en coautoría es muy complicado, desde los asuntos prácticos de hacer que converjan las agendas o que el estilo se vea más o menos uniforme, hasta los asuntos de fondo de establecer acuerdos respecto a perspectivas, conceptos, prioridades y más; pero eso tiene sus ventajas, permite enfrentarse a la mirada de los otros desde el proceso mismo de producción y obliga a dar varias vueltas sobre lo que uno escribe.

Nota suelta sobre análisis de redes sociales

«Las redes no valen para todo», dijo Ignacio Ramos Vidal a propósito de la perspectiva de las redes sociales. Lo primero que necesitamos es tener claro por qué queremos introducir el concepto de red en la pregunta de investigación, para ver si es congruente. Esto fue en el taller «Estrategias de evaluación y análisis estructural de redes sociales», del 1st. Summer Seminar on Social Network Analysis, en la UAA.

Nota suelta sobre CLEPSO

En otro post comentaba que Jesús Martín Barbero lanzó una pregunta clave, en un encuentro con investigadores de comunicación de distintas generaciones: ¿qué tiene que ver lo que a mí me gusta y lo que yo investigo con lo que está sufriendo mi país? Algo que me llamó la atención en CLEPSO (el 1er. Congreso Latinoamericano de Estudiantes de Posgrado en Ciencias Sociales, organizado por FLACSO México) fue que gran parte de las ponencias ahí presentadas evidenciaban los conflictos y desigualdades de nuestros países latinoamericanos. Resulta esperanzador ver que los estudiantes estamos mirando hacia eso que están sufriendo nuestros países.

Distintas miradas en el estudio de los movimientos sociales: Notas sobre el seminario Movimientos en Red, Identidades Políticas y Poder Ciudadano

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En junio pasado, asistí al Seminario Internacional Movimientos en Red, Identidades Políticas y Poder Ciudadano, en el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades de la UNAM. Lo más interesante fue escuchar una diversidad de perspectivas para el estudio de los movimientos sociales. He aquí unas pocas notas que he rescatado de ese día.

Posturas encontradas

¿Cuál es el criterio para afirmar que un movimiento social ha tenido éxito? Con frecuencia, se les reclama a los movimientos que no han transformado el orden social cuando no han tomado el poder. Ésa fue la postura de Raúl Benítez. La postura contraria fue de Jesús Robles Maloof, quien afirmó que el parámetro no es ganar una guerra, sino colocar temas en la agenda y hacer de la red un espacio de resistencia.

La centralidad de los medios

Raúl Trejo Delarbre colocó el asunto de los medios. Si bien internet es un espacio privilegiado, los movimientos alcanzan mayor visibilidad cuando saltan a los medios. De algún modo, coincidió Leonardo Curzio, quien señaló que la televisión concentra la información y recordó que el ciberactivismo no es lo mismo en regímenes democráticos y en regímenes autoritarios: «de todas las desigualdades que hay en México, el acceso a la información es una de las peores».

Las emociones, el humor y la violencia

Amaranta Cornejo Hernández y Andrés Monroy presentaron otro tipo de acercamientos a los movimientos sociales: ella, mediante el acercamiento cualitativo a las emociones y al género en #YoSoy132; él, mediante la reflexión sobre los memes políticos y el trabajo con big data en los tuits sobre la inseguridad pública en México.

Provocaciones de un cartógrafo nocturno

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Escuchar en vivo a la bibliografía puede ser muy inspirador. En junio, la Universidad de Guadalajara otorgó el Doctorado Honoris Causa a Jesús Martín Barbero y eso se tradujo en una gran oportunidad para escuchar a esa parte fundamental en la bibliografía sobre comunicación, primero en el acto protocolario en el Paraninfo y, al día siguiente, en una charla más en cortito en el CUCSH. A ésta última, por cierto, Guillermo Orozco tuvo a bien invitar tanto a investigadores consolidados del campo de la comunicación en México como a jóvenes que apenas iniciamos nuestros caminos. Los primeros fueron testigos de la irrupción de este filósofo, con una mirada más densa, en el estudio de la comunicación. Los más jóvenes llegamos a la universidad cuando De los medios a las mediaciones ya era un clásico. Precisamente en esa charla, Jesús Martín Barbero disparó una pregunta sobre la investigación de comunicación: ¿qué tiene que ver lo que a mí me gusta y lo que yo investigo con lo que está sufriendo mi país? La pregunta encierra una crítica a cierto grado de narcisismo en las líneas de investigación en comunicación, a la desvinculación entre la academia y aquellos sectores sociales que estudia, a la burocratización de las universidades. A propósito de la formación de doctorado, Martín Barbero planteó que éste debería ser una experiencia personal enriquecedora y de implicación social. A veces olvidamos esto último en medio de las implacables fechas de entrega de trabajos y avances de investigación, muy seguido caemos en la cuadriculización de la vida académica mientras llenamos formatos para Conacyt, muchas veces perdemos de vista que las estas becas que nos permiten acceder a una formación de alto nivel le cuestan al país. ¿Qué tanto le aportamos?

 

 

 

 

 

Eduardo Restrepo, Stuart Hall y el pensamiento sin garantías

Participar en congresos académicos sirve para muchas cosas. En octubre pasado (a.k.a. el mes del maratón académico) me colé al primer encuentro de la Red Latinoamericana de Posgrados en Estudios Culturales, en la UAA. Más allá de volver a escuchar en vivo a Gilberto Giménez (ésta fue la segunda vez, la primera fue en el ITESO hace seis años), el gran descubrimiento para mí fue Eduardo Restrepo, un antropólogo colombiano que habló de Stuart Hall y su vínculo con los estudios culturales latinoamericanos. El relato que hizo Restrepo de Hall hizo que me dieran unas ganas locas de leerlo. Sucede que los itesianos estamos más cercanos a los estudios culturales de Raymond Williams que a los de Stuart Hall. Precisamente por eso, la recomendación que hizo Restrepo, de leer Sin garantías, de Hall, me ha resultado tan significativa.

Alain Touraine, los movimientos sociales y los derechos humanos

Hace muchos meses que pretendía escribir este post, pero como ha dicho Italo Calvino en Si una noche de invierno un viajero…, «es inútil que rabie con la manía de hacer girar hacia atrás los relojes y los calendarios esperando retornar al momento precedente a aquel en el cual ha ocurrido algo que no debía ocurrir». El punto es que, aunque me he tardado mucho, decidí retomar algunas notas que he guardado desde octubre pasado (el mes del maratón académico) sobre el Foro El Poder Hoy de la Cátedra Alain Touraine, en la Universidad Iberoamericana Puebla.

No exagero si digo que asistir a ese foro fue una de las experiencias más interesantes de mi vida académica, tanto por los asuntos que ahí se abordaron, como por la experiencia misma.

La dedicatoria prometida

Ya lo había contado en el post anterior, pero uno de los grandes momentos del Foro fue cuando Boaventura de Sousa dedicó su conferencia al pueblo wixárika, un día después de que dialogara con algunos de sus representantes en Guadalajara. Fue el cumplimiento de una promesa y, a la vez, fue colocar en la mesa una preocupación compartida por diversos movimientos sociales. Boaventura resaltó que el punto común entre las movilizaciones es el sentimiento de indignación frente a la destrucción de la democracia, la reconstrucción de ésta implica celebrar la diversidad y crear una conversación global donde el sur pueda aportar.

Las antorchas encendidas

Los movimientos de los jóvenes, la defensa de los derechos humanos y de la libertad de expresión fueron asuntos clave para la discusión. En las dos conferencias que dio, Alain Touraine situó los derechos humanos como un elemento central de lo social. Los derechos humanos, dijo, están por encima de todas las autoridades y todas las leyes, implican una construcción ética de lo social. El mundo ha dejado de pensarse en términos sociales y es urgente recordar, con Hannah Arendt, que los seres humanos tienen derecho a tener derechos.

El panel «La emergencia de los jóvenes en la crítica y la construcción del poder» en el que participaron Pablo Reyna (Más de 131), Andrés Fielbaum (Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile) e Ignacio Sierra (Democracia Real Ya) permitió conocer la experiencia de activistas jóvenes en las movilizaciones en México, Chile y España que, en esencia, han sido experiencias de recuperación del espacio público, de politización de las generaciones más jóvenes, así como de expresión de las demandas de sectores que tradicionalmente habían sido marginados. Si bien en el discurso de estos jóvenes estaban presentes las dificultades, escucharlos fue esperanzador.

El panel sobre Wikileaks —en el que participaron Kristin Hrafnsson (vocero de Wikileaks), Blanche Petrich y Pedro Miguel (ambos, de La Jornada)— sirvió para discutir sobre las implicaciones de Wikileaks en la política, la economía y los medios de comunicación de nuestros tiempos. De acuerdo con Hrafnsson, cuando en 2010 Wikileaks difundió el vídeo sobre los abusos del ejército estadounidense en Irak, se esperaba la cobertura mediática en torno al crimen de guerra; sin embargo, los medios de comunicación se ocuparon más por preguntarse cómo se había filtrado el vídeo, qué era Wikileaks y quién era Julian Assange. Las reacciones más evidentes han sido del gobierno de Estados Unidos, pero también del poder económico. Pese a todo y, con los años, «no han podido silenciarnos», dijo Hrafnsson.

Del dolor a la gran lección de humildad

Un panel que movió fibras muy sensibles fue aquel en el que participaron Javier Sicilia (Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad) y Roberto Garretón (quien estuviera en su momento en la Vicaría de la Solidaridad, que asistió y documentó los casos de las víctimas de la dictadura de Augusto Pinochet, en Chile). El relato de Garretón fue tan desgarrador como esperanzador. El relato de Sicilia fue tan doloroso como poético. La gran lección de humildad vino de Alain Touraine, quien permaneció en primera fila casi los tres días que duró el Foro y estuvo siempre atento a los otros, siempre tomando notas. Sobre todo, cuando terminó de hablar Javier Sicilia, Alain Touraine fue el primero en ponerse de pie para darle un aplauso. En nuestro mundito académico desbordante de soberbia, es frecuente ver académicos de cualquier edad (algunos apenas en formación) que piensan que no tienen mucho que aprender de los otros. En octubre, ver a alguien tan grande como Alain Touraine, con 88 años encima y una trayectoria académica increíble, en la búsqueda de aprender de los otros y verlo reconocer con un aplauso de pie a Sicilia fue algo muy emotivo para quienes lo presenciamos. Fue también recordar que en las ciencias sociales nos debemos a los otros.

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